31 de diciembre de 2013
25 de diciembre de 2013
L4 ✞ Despacho al gusto de mí…Independencia.
R - Renacer -
La vuelta
de Cristo
A Emilio Ruiz del Arbol
Mi querido amigo: Voy á comentar
algunos párrafos de la hermosa carta que usted me ha escrito; que
siempre fué honroso contener con hombres de su talento, su
sinceridad y su cultura.
Me dice en su carta:
“Usted sabe bien la simpatía que
siempre me ha inspirado su campaña anticlerical. Esto no quiere
decir que yo aplauda que á veces se muestre usted, además de
anticlerical, antirreligioso, en el sentido de hablar despectivamente
de Dios en general y de Cristo en particular.
¿Se conoce usted bien, amigo Nakens?
Yo creo que no. ¿Ha pensado usted que si ese Jesús, de quién usted
parece que se burla de cuando en cuando, resucitara, fuese á Madrid
y le dijera: “Pepe, deja la pluma y sígueme”, adiós el Motín,
adiós la república y adiós todo lo que no fuese predicar y aun
practicar la doctrina de Cristo?
Yo á veces, me entretengo en suponer
que Jesús vuelve al mundo, y trato de imaginarme dónde, entre qué
gente buscaría los apóstoles, y, sobre todo, dónde encontraría
quién le siguiera; y así como hay quien se ha entretenido en hacer
una lista de los 100 hombres más notables de la historia, yo he
querido hacer otra de doce, que serían los de los doce sujetos que
se irían tras de Jesús.
Pues bien, no quiero ofender a nadie,
ni ensalzar ni halagar á usted, ni ofenderle tampoco; pero hasta
ahora, en esa lista sólo hay un nombre: José Nakens. Y no le dé
usted vueltas, amigo apóstol, porque hay cosas en uno de las que los
demás saben y pueden saber más y mejor que uno mismo; y yo sé de
usted eso que digo.
Hablando de Jesucristo, ríase, amigo
Nakens, de aquello qu enos decía una vez un cura, de que todo lo
bueno ó lo mejor de la doctrina de Cristo ya lo habia dicho
Zoroastro. Ríase de eso. Antes que Colón había otro navegante
descubierto el mundo de Makinley, antes de Newton había sospechado ó
descubierto Kepler la gravitación universal, antes de Copérnico
sabía Pitágoras que la tierra giraba alrededor del sol y de
Chamberlain, pero siempre será Colón el descubridor de América,
Newton el de la ley fundamental del mundo físico, Copérnico el del
sistema que no justicia lleva su nombre, etcétera, etc. Porque aquí,
amigo Nakens, aquí, allí y en todas partes. Á quien hay que dar
las gracias por las gallinas es al que las trae, no al que las sueña,
las imagina ó las anuncia. Y el que trajo las gallinas de la paz, de
la mansedumbre, de la misericordia, de la caridad, etcétera, etc.,
todas esas gallinas que, espantadas de los mismos á cuyo particular
cuidado estaban puestas, se han desperdigado y escondido Dios sabe
dónde, fué, sin duda alguna, Jesucristo.”
Si otro que usted, amigo Emilio, me
hablara de ese modo, lo tomaría por broma entre delicada y
sangrienta. Viniendo de usted, y sabiendo que realmente siente y cree
de mí todo eso que dice, me halaga sobremanera. Sí, querido amigo.
Supongamos que Cristo es realmente el hijo de Dios, que estuvo en la
tierra hace veinte siglos, y que se da ahora otra vueltecita por
aquí, con las mismas ideas, iguales propósitos é idénticos fines
que antes se trajo.
Supongamos también que me encuentra y
me dice: “¡Eh, Pepito; deja de echar redes en los mares de la
república, abandona tu barco el Motín y ven en pos de mí, que te
haré pescador de hombres!”
Y supongamos, últimamente, que yo no
me atrevo, por respeto ó cortedad, á contestarle: “¡Ay maestro
¿Dónde pescar hombres, si ya no los hay?”, y que lo dejo todo y
me voy con él.
Los primeros días, claro está, no iba
á hacerle objeciones de ningún género; mas conforme él me fuera
dando confianza, ó yo tomándomela, me iría atreviendo.
Le oiría decir, por ejemplo:
“Bienaventurados los mansos, porque
ellos recibirán la tierra por heredad”
Maestro, le objetaría; piensa en lo
que dices. Podrán los mansos ocupar puesto preferente en el cielo,
¿mas poseer ni un celemín de tierra en la tierra? Lo dudo. La
propiedad fué siempre de los fuertes, de los poco escrupulosos, de
los que toman la mansedumbre por debilidad y despojan brutalmente á
los adornados con esa virtud negativa.
“No resistáis al mal; antes á
cualquiera que te hiriere en tu mejilla diestra, vuélvele también
la otras.”
Aconseja, por el contrario, Maestro,
que el hombre se alce enérgico y valiente contra el mal, mira que si
no va á seguir la humanidad convertida en un inmenso rebaño de
borregos destinados á los festines de los lobos. La resignación de
la víctima no detiene al verdugo, antes la excita á apretar el
tornillo más á conciencia.
“Y al que quisiere ponerte pleito, y
tomarte tu ropa, déjale también la capa”.
Maestro, no exageres. Siguiendo ese
consejo, únicamente los malos continuarían vestidos; aparte de que
algo d e eso que apuntas ocurre ya: individuo hay que al ponerle
pleito sobre la ropa, deja también la capa, para salvar siquiera la
piel de las garras de los escribas, que no han variado gran cosa
desde los tiempos que tú los conociste.
“Amad á vuestros enemigos, bendecid
á los que os maldicen, haced bien á los que os aborrecen y orad por
los que os ultrajan y os persiguen.”
Muy bien, Maestro; mas no olvides que
el hombre, fabricado de barro, jamás alcanzará perfección
semejante. Ese precepto, si por acaso fuere cumplido, acabaría de
ensoberbecer á los que maldicen, á los que aborrecen, á los que
ultrajan, á los que persiguen, y no le quedaría al manso, al bueno,
recurso alguno para librarse de sus iras.
Piensalo mejor, y acaso sustituyas ese
precepto con el de usar prudente y oportunamente el revólver.
“Mas cuando tú haces limosna no sepa
tu izquierda lo que hace tu derecha.”
Cuando estemos despacio disertaremos,
Maestro, sobre el tema de que la limosna degrada y envilece al que la
recibe, y despierta en el que la otorga ideas de superioridad que no
se compadecen con la humildad que tanto recomiendas. Ahora sólo te
indicaré, que nadie haría limosnas si no viera así halagada su
vanidad, ó no gozase en la humillación del prójimo, ó no soñara
con que se las cotizarán á precio fabuloso en el cielo.
“No os acongojéis, por qué habéis
de comer, ó qué habéis de beber, ni por vuestro cuerpo, qué
habéis de vestir, ¿no es la vida más que el alimento, y el cuerpo
que el vestido?
Con seguridad, Maestro, que no hablarás
así, si supieras lo que cuesta hoy al pobre agenciarse un poco de
pan para no morirse de pronto, y unos trapos con que tapar sus
carnes. Pensando constantemente en ello, pocas veces lo logra á
tiempo y en la cantidad necesaria; ¿Qué no le ocurriría si no se
preocupase? Ese tu consejo es enervante, y acabaría con las viriles
iniciativas que han ido poco á poco convirtiendo la tierra en
planeta relativamente habitable... á ratos... y en ciertos sitios
nada más.
“Mirad las aves del cielo, que no
siembran, ni siegan, ni allegan en afolfes y vuestro padre celestial
las mantiene; ¿no sois vosotros mucho mejores que ellas?”
Maestro, te advertiré que las aves no
necesitan hacer nada de eso; lo hace el hombre y ellas se aprovechan.
Pero aun admitiendo que efectivamente las mantuviera es padre
celestial, asegúrote, por saberlo de ciencia propia, que no se toma
esos cuidados con el hombre. Por esto me parecía más acertado que
le dijeras: “Espéralo todo de ti mismo y busca en tu propio
esfuerzo la satisfacción de tus necesidades.”
“Pedid y se os dará; buscad y
hallaréis; llamad y se os abrirá.”
Eso que dices, Maestro, es nueva prueba
de que vienes del cielo é ignoras cómo se pajean hoy aquí estas
cosas. Al que pide, aun cuando sea á los que dejaste aquí
representándote la vez primera que estuviste, le echa el guante la
policía, y lo lleva la Guardia Civil, por tránsitos, que para mayor
escarnio llamad de justicia, al pueblo de su naturaleza, donde ya
puede morirse de hambre seguro de que nadie se, ocupará de él. Nada
encuentra el que busca, pues aun madrugando mucho, tropieza con otro
que no se acostó. Y en cuanto á lo de abrir al que llama, no
hablemos; las puertas de los que se jactan de practicar tu doctrina
están más cerradas aún que sus corazones.
“Mas os digo, que más liviano
trabajo es pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un
rico en el reino de Dios.”
Maestro, esto me indica que no te
entiendes hace muchos siglos ni cn el sucesor de Pedro, ni con sus
súbditos, y que ni te enteras de lo que pasa en el cielo. De no ser
así, sabrías que los ricos son los únicos que entran en él,
porque acaparan gracias espirituales en vida, y son bendecidos y
perdonados en muerte. Verdad es que ellos son los únicos también
que pueden enriquecer á tus ministros, cada día más ávidos de
riquezas.
“No hagáis tesoros en la tierra,
donde la polilla y el orín corrompe, y donde ladrones minan y
hurtan.”
Este precepto no admite dudas, ni se
presta á interpretaciones. Pues bien, Maestro. El Papa, los
cardenales, los obispos, los frailes, los jesuítas, los sacerdotes,
las monjas, las hermanas, cuantos representan algo en tu Iglesia,
todos atesoran, y de manera escandalosa muchos, y sin reparar en
medios algunos. ¿Quieres más desobediencia en ellos, mayor fracaso
para ti, ni prueba más cierta de que la humanidad no practica tus
enseñanzas? Si los encargados de mantener y esparcir tu doctrina
faltan á un precepto tan claro, ¿Qué no harán con los obscuros?
¿Y cómo no ha de imitarlos el rebaño que los toma por guías y por
pastores?
Y no quiero que me creas por mi
palabra; allá va un dato:
El Papa, tu vicario, el siervo de tus
siervos, el que te representa, el que dispone de las llaves del cielo
donde tan difícil crees la entrada de los ricos, tiene de renta cada
hora del día, de la noche ¡XXXXX! Esto sin contar lo que
diariamente le envían las legiones de frailes, jesuítas y obispos
esparcidos por el planeta, después de quedarse ellos con las tres
cuartas partes de lo que recaudan. ¡ Y en tanto los pobres ovejas de
tu rebaño muriéndose á manadas de hambre y de frío en medio de la
indiferencia de los cielos y de las durezas de la tierra!
Esto te convencerá, Maestro, de que
los más cercanos á ti no han tomado en serio lo de las aves
alimentadas por el padre celestial. Y así anda todo en tu Iglesia.
Si reprodujese la parábola de la viña,
señalando un denario lo mismo al que comenzare aá trabajar por la
mañana, que al que fuese á la hora tercia, ó la sexta, ó la nona,
yo le diría:
Maestro; eso, aun procediendo ajuste
con cada uno, no es equitativo. Y ten por cierto que, de
establecerse, todos los trabajadores acudirían al tajo á la hora
nona, y la viña se quedaría sin cavar. Podrán los últimos ser los
primeros en tu reino; en la tierra los primeros no deben ser los
últimos. El que más hace, más merece; y el que más merece, justo
es que alcance más.
Si le viese inclinado á hacer algún
milagro le diría:
NO hagas más que uno, Maestro; el de
la multiplicación de los panes y los peces, para que todos vean que
no vienes únicamente á tratar de cosas del cielo. Déjanos luego la
receta, para que podamos reproducirlo diariamente, y ten la seguridad
de que sólo con esto cambiaría todo en la tierra, por más que tú
hables siempre con cierto desdén de los detalles relacionados con
las necesidades materiales.
Y te indico que no hagas otros
milagros, por si te rechazan alguno. Tú no sabes lo que por aquí se
ha adelantado en el tiempo que has permanecido tranquilamente en el
cielo. Un ejemplo:
El diablo, para tentarte después del
ayuno aquel de cuarenta días, te propuso convertir las piedras en
pan, y tú saliste del paso con una frase ingeniosa.
Pues bien; aquello que el diablo
consideraba imposible, y por eso te lo propuso, y que tú encontraste
imposible también, y por eso no lo hiciste, lo ha realizado la
ciencia convirtiendo las piedras en abonos que triplican la
producción del trigo, de donde sale el pan. Calcula, por lo tanto,
si no hay que andarse con tiento para hacer ahora milagros en un
mundo que ha realizado el que ni á intentar te atreviste por no
conceder un triunfo á Satanás.
Al verle liado á latigazos con los
mercaderes en el atrio del templo, le diría sollozando y con las
manos juntas:
¡No Maestro, no! Por lo que más
quieras allá arriba, déjalos que trafiquen y roben en el atrio. ¿No
adviertes que si no se meterán dentro como la otra vez, y no podrá
sacarlos nadie? Y si no podemos vivir con los que ya hay ¿Qué va á
ser de nosotros si entran más?
Y si ya en la cruz (ahora moriría en
garrote) hubiera sospechado que iba á perdonar á un ladrón, le
hubiera gritado:
¡No, nunca! Desde el perdón de Dimas
se han producido los ladrones más que la langosta. Seguros de ir al
cielo arrepintiéndose al morir, roban con un celo terrible, lo mismo
fuera que en el templo. Y aun cuando ya sé yo que igualmente robarán
teniendo el infierno á la vista, no conviene que los alientes tú..
Y si un día, de regreso de una nueva
boda de Canaán, un poquito alegre, mi lengua se desatara, he aquí
lo que le espetaría á Cristo:
“Tú eres muy bueno, muy santo y muy
simpático, Maestro; pero reventaste á la humanidad en tu viaje
anterior, paralizando el movimiento de protesta que ya había
iniciado el mundo antiguo.
Nada de lo que predicaste, ni aun lo
más hacedero, ha logrado arraigar en el pecho de los que mantienen ó
siguen tu doctrina. En cambio, muchos de los males que existían se
han agravado.
Predicaste la paz entre los hombres, y
la sangre derramada para que triunfase tu doctrina podría sustituir
al agua del Océano. En tu nombre se ha desterrado, encarcelado,
martirizado y quemado á la humanidad. Por ti se han incendiado
ciudades, han desaparecido naciones, se han exterminado razas. Los
dioses más crueles de las religiones primitivas no recibieron nunca
en sus altares tantas ofrendas sangrientas.
Además, caiste en grandes
contradicciones. Predicaste el amor, y á la vez negaste condiciones
para seguirte al que no abandonará á su padre y á su madre.
Preceptuaste el perdón de las injurias, y condenaste al fuego eterno
al que faltara á tu ley. Te compadeciste de los pobres y de los
débiles, pero les cerraste el único camino que tienen abierto para
salir de su miserable condición: el de la protesta. Al ofrecerles el
cielo como premio á sus angustias, los convertiste en esclavos
sumisos de los malvados.
Las ambigüedades que resultan de
hablar unas veces en sentido recto y otras en figurado, refiriéndote,
ya á la tierra, ya al cielo, han servido admirablemente á tus
ministros para embrollarlo todo en beneficio de sus intereses ó de
su afán de dominación, hasta el punto de que nadie puede formarse
ya idea de las cosas más sencillas que dijiste. De tal manera anda
mezclada la cizaña con la buena simiente, que, siendo imposible
separarlas ya, necesario es quemarlas juntas en el horno.
Y como te debo toda la verdad, por ser
quien eres, óyeme aún, Maestro.
No es la culpa toda de los que han
falseado y mixtificado tu doctrina en beneficio propio; alguna te
alcanza á ti.
Tu religión detiene, no impulsa;
aniquila, no fortalece. Es obscura, tétrica, y el hombre necesita
para ser feliz, requisito indispensable para ser bueno, luz, mucha
luz, y alegría, mucha alegría.
Para seguirte hay que odiar todo lo que
tú no seas, castrarse el sexo y la inteligencia, renunciar á la
razón, abjurar de cuanto alegra la carne y el espíritu, dejar de
ser hombre, en fin.
Tu religión ha sido un fuerte dique
puesto, no á las pasiones humanas, sí al ansia de justicia sentida
por las multitudes. Ella las ha detenido constantemente.
Viniste para levantar a los caídos, y
no se han incorporado; para ensalzar á los humildes, y están
abatidos; para dignificar la pobreza, y se e despreciada.
Tu fracaso no ha podido ser más
completo. Cuanto quisiste destruir está en pie, y cuanto edificaste
por tierra. A puro mirar arriba, el hombre no acierta á asentar
todavía con firmeza su planta aquí abajo.
En la tierra de hoy, á los veinte
siglos de tu primera venida, ni amor, ni paz, ni caridad, ni
mansedumbre, ni misericordia, y tampoco llega el pan del cuerpo ni el
de la inteligencia á cuantos en ti creen y en ti esperan. Y esto, ó
significa que nada de eso puede existir sino en porción exigua, por
ser el hombre como es, ó que tú no acertaste con la fórmula. Y en
cualquiera de ambos casos tu viaje de ahora resultará inútil, á
menos que varíes de fórmula en absoluto y de doctrina en gran
parte.
Por eso se separan de ti los que han
hambre y sed de justicia, después de esperar en vano durante dos mil
años á que tu doctrina hiciese humildes á los soberbios, pacientes
á los iracundos, caritativos á los avariciosos, buenos á los
malos, y viendo que, por el contrario, las desigualdades sociales se
acentúan cada día, las injusticias prevalecen y el pan no llega.
Cansados de lanzar gemidos interminables de angustia y palabras de
súplica, comienzan á hacer oir murmullos de amenaza que van
convirtiéndose poco á poco en gritos terribles. Y por esto,
Maestro, tu vuelta al mundo para nada servirá, si no te traes otras
soluciones que las basadas en la caridad y en futuros premios
celestiales. Y por eso yo, á quien te has dignado llamar, me creería
indigno de la honra recibida, si no te advirtiera el error en que
nuevamente incurres, y no te rogase de rodillas que desistieras de
ofrecerte de nuevo en holocausto por ideas que nada resolverían, aun
cuando el mundo las practicase ahora completamente. Veinte siglos de
miserias, de dolores, de sangre, de exterminio las han desacreditado
para siempre. Y por si algo faltaba, entérate de cómo acaban de
portarse en China los soldados de todas las naciones que te rinden
culto, y dime luego si es posible ni soñar con la redención humana
por el cristianismo.
Esta es, si no la verdad por entero,
una parte de ella, que te hará formar juicio exacto sobre lo
restante.
Aun cuando te lo digan, Maestro, no
creas que nunca me he burlado de ti; me has infundido siempre el
respeto que merecen los grandes equivocados, y más si pagaron su
equivocación con la vida; mas no he podido en ocasiones sustraerme
al deseo de contradecir puntos de tu doctrina. Me dirás que en
muchos casos ha sido mal interpretada. Cierto es. Mas á tu vez
concédeme que ya la interpretación suple á la letra y mata el
espíritu, y que sólo barriendo de la haz de la tierra á los que la
han adulterado, podría fijarse su verdadero sentido. Mas como éste
se halla en pugna también con las ideas de redención social
predominates hoy, nada ó muy poco se adelantaría.
Hoy luchamos en la Tierra por otros
ideales que los del cielo; porque disfruten todos los hombres lso
beneficios de la civilización; por redimir sus cuerpos de la
esclavitud de la miseria; por llevar á sus cerebros la luz de la
ciencia, santo archivo de verdades demostradas. Luchamos también
porque el trabajo, que tu padre impuso como castigo y tú no
glorificaste, sea el único redentor; porque el mundo, de valle de
lágrimas que es, se convierta en vergel de alegrías.
A esto se dirigen los esfuerzos de los
grandes luchadores. ¿Quieres tú formar el primero en sus filas? Tus
condiciones de apóstol te indican para ese puesto.
Una cosa he de advertirte: que la
predicación durará, no tres años, sino muchos; que la pasión no
será de una semana, sino de toda la vida; que en vez de abofetearte,
te deshonrarán, y de azotarte, te matarán de hambre; que serás
sentenciado sin que un nuevo Pilatos se lave las manos siquiera; que
no tendrás en tu ascensión al Calvario otro Cirineo que tu
conciencia; ni una Verónica que enjugue el sudor de tu rostro, que
el pueblo por quien te sacrificas verá indiferente tu suplicio, y
que tu agonía será coreada por las risas brutales de muchos de
aquellos por quienes te inmoles.
¿Quieres, repito, después de saber
esto, ponerte á la cabeza de los que luchan? Pues adelante. Si la
fatiga es grande, la obra es colosal; mas, en cambio, no hay gloria
eterna en perspectiva que pueda hacer dudar del desinterés completo
con que irás al sacrificio.
Pero si no quieres, si persistes en la
idea de buscar la redención del hombre aquí abajo por los medios
que la otra vez, fijate bien, Maestro, en esto que voy á decirte con
todo el respeto que tu buena intención merece: Vuélvete al cielo,
aun cuando dejes incumplida tu misión esta vez. Tu padre te
disculpará al sabey quemando en el de tu padre; tu doctrina
sirviendo de pabellón á mercancías morales averiadas, y tus
máximas humanitarias volviéndose contra los que viniste á redimir
hace veinte siglos, para esto, Maestro sublime, ahórranos el
espectáculo de tu pasión y de tu muerte y déjanos seguir por el
camino ya emprendido: el que conduce al reino de la paz que tu
religión no ha podido darnos, y en el que la palabra mansedumbre se
verá sustituida por la de energía, la de resignación por la de
protesta, la de caridad por la de justicia, y mejor aún por la
equidad.
Así hablaría yo á Cristo.
Y dígame usted ahora, querido Ruiz del
Arbol, que me pone el primero en lista para seguirle:
¿Cree que estaríamos juntos siquiera
una semana, por mucha que fuera su paciencia, su tolerancia y su
bondad conmigo, si yo le hablara de esa ó parecida manera?
Antójaseme que no.
El Motín 1901
Revista semanal satírica
Anotaciones al
texto, para libremente enjuiciar con el silencio más valorado, el
despacho al gusto de mí…Independencia:
Lo que ayer señalabas con
maldad, hoy te absorbe con vulgaridad... Cada uno tiene lo que se
merece o, cree merecer...
Y es de Dios la justicia y
la libertad de Cristo resucitado, el poder.
!Feliz navidad!
Criaturas de
Dios.
Antojéseme que sí, pues
ni volverá, ni se irá, siempre estuvo aquí y con el sufrimiento,
en la alegría con su miseria y su desgracia, por y para ti.
¿Diooooooooooos, por qué
me has abandonado?
Sigue aquí... aunque no
creas.
¡ABBA!
“Sonríe, pues ya
tendrás tiempo de llorar”
;)
“Busca lo que amas, y
deja que te mate.”
Charles Bukowski.
Salud y paz…ciencia
Mis desgracias
¡AMOR!
Vivir para
todos
A mi mismo
Estoy envanecido y contento de que mi
vida termine como empezó: Creyendo en la patria, en el amor, en la
abnegación, en el sacrificio, en cuanto levanta los pies del polvo,
eleva el espíritu, ensancha el corazón, y pone do de haber
trabajado constantemente por los desheredados, los que sufren, los
que han hambre y sed de justicia, y haber combatido la iniquidad en
todas sus manifestaciones.
El día que muera, no sentiré
remordimientos por haberme ocupado mucho de mí.
Revista semanal satírica
El día que descubras después de huir, de unir y explorar el horizonte que hay más allá y después de ti, contemplarás que hay algo más.
¡Bienvenido!
¡Gloria a Dios!
Podría escribir mejor y con mayor entrega en cuanto al tiempo y su
enjuiciamiento, pero entiendo que tan sólo a mi debe importarle
esto, por lo que así está, maravilloso...
8 de diciembre de 2013
L3 ✞ Despacho al gusto de mí…Independencia.
O - Odio -
La España de hoy
A Luis Bonafoux
Veo con gusto que la jauría
clerical aulla contra ti furiosa. ¡bah! Un puntapié y adelante.
Sí; rebajamiento de
caracteres, resignaciones de eunuco, y mucha inmoralidad, y mucha
podredumbre, y muchos frailes, y devotos por oficio y devotas por
vicio...
Esto hay en España, más
degradada hoy que cuando el Hechizado reinaba.
Lenta ha sido la labor, pero
de éxito seguro; corromper, encanallar á los españoles para
ponerlos en condiciones de sufrirlo todo, esto se propusieron y esto
han conseguido.
El despertar de los sueños
d ella felicidad que los restauradores pintaban, ha sido terrible.
Todo ha resultado mentira,
menos el robo y el saqueo, durante los veintidós años últimos;
mentira del bienestar, pues únicamente vivían bien los que chupaban
la savia de la nación; mentira de prosperidad, pues sólo se
elevaban los tahures de la política, los usureros del estado, los
agiotistas de la fortuna pública; mentira el orden, pues no era más
que la calma que precede á las grandes tempestades; mentira la
moralidad, pues en época alguna mediaron más todas las
prostituciones, del cuerpo y del espíritu.
Para llamar la atención á
otra parte, á fin de poder acabar tranquilamente con el país,
pusieron en moda la devoción, recogieron la escoria clerical
arrojada de Francia, y hoy está convertida España en un gran
convento donde se conspira contra todo lo honrado, se calumnia todo
lo digno, se persigue todo lo decente.
No hay vida fuera de la
Iglesia; todo, más ó menos directamente, se halla en sus manos; de
aquí que se haya atrevido ya á descubrir claramente su propósito
de ir matando de hambre al que no puede quemar como en tiempos de la
Inquisición, ahorcar como en los de Fernando VII, ó echar á
presidio y deportar como en los de Narváez. Ser hoy liberal al
estilo antiguo, es decir, con vergüenza, es condenarse
voluntariamente á la miseria. Por esto, los ganapanes de azada,
título académico ó pluma, como las fregonas de camisa burda ó
falda de seda, se acogen á los conventos y asilos; instinto de
conservación, no fe religiosa; como en ellos encuentran alimento,
protección é impunidad, acuden á bandadas.
Todo se arruina lentamente
en España; sólo la Iglesia se alza poderosa. Todos lloran, sólo la
Iglesia canta. Por todas partes quejas, reclamaciones, súplicas...La
miseria invade, no hay el hogar del obrero, sino el de la clase
media. Los que tienen mucho dan algo, pero es á las gentes de
Iglesia; los que mueren, les dejan sin bienes.
Se cierran talleres y
fábricas; á los labradores pobres les venden las fincas para
satisfacer los impuestos, y no se procede contra los ricos que
ocultan las suyas; emigran por millares los jornaleros á África y á
la América del Sur, y s subvencionan cofradías y fiestas
religiosas; se regalan mantos de fabuloso valor á las vírgenes de
madera, y las de carne tienen que dejar de serlo para vivir; los
curas están al corriente hasta de las pagas que la revolución dejó
de abonarles para que no fueran íntegras á manos de los carlistas,
y los militares que se batieron en Cuba las reciben con retraso.
Los catedráticos son perseguidos por los obispos;
anteayer Arenas; ayer Odón de Buen, hoy Dorado Montero...y ¡Oh,
cobardía! ni una voz poderosa levántase en defensa suya, ni una
protesta colectiva lanzan sus compañeros, entre los cuales figuran
republicanos y liberales de influencia y prestigio: Todos callan, sea
por indiferencia, sea por temor á que la persecución les alcance.
Esto avergüenza, Bonafoux. ¿Cuán lejos estamos ya de
aquellos tiempos en que Laureano Calderón y Augusto Linares
arrostraban el despojo, la prisión y el destierro por no transigir
con la reacción que se iniciaba, lo mismo que hicieron por aquel
entonces Giner de los Ríos; y el mismo Salmerón, que ahora
permanecen mudos!
Al que no se confiesé á la hora de morir, se le niega
sepultura; al que no se descubre al paso de una procesión, se le da
un garrotazo; al que discute un punto del dogma cátolico, se le
envía á presidio; escarnécese á los protestantes é insúltase á
los masones... Y todo esto se tolera por los llamados liberales, á
sabiendas d eque la religión sólo sirve de máscara á la política
hipócrita y miserable que trata de matar el espíritu revolucionario
para sustituirlo, ó con el histerismo religioso que enerva al par
que pervierte, ó con el escapulario de detente bala, por si mañana
se le escapase de la mano la influencia que ejerce hoy; política
cobarde que culebrea desde el Quirinal al Vaticano, acuchilla á los
estudiantes, odia la ciencia y encarcela al escritor.
Al Ejército lo están preparando para D. Carlos. Ya
los soldados llevan escapularios como las honradas masas de asesinos
de Cuenca, Olot é Iguzquiza; entre sus jefes, los hay que tocan sus
condecoraciones en la momia de San Isidro, y entre sus generales,
quienes cargan con pendones en las fiestas religiosas. Los soldados
van á Cuba y Filipinas blindados de medallas; cuando se baten y
triunfan, no es de ellos la gloria, sino de la providencia, del santo
del día. Se les regatea hasta la honra de saber morir dignamente por
la patria.
El Ejército no es, no puede ser nunca carlista; se lo
vedan sus convicciones, su historia, la sangre que ha derramado por
la libertad; y si esto no bastare, se lo vedaría el instinto de
conservación; el día que D. Carlos se viera en el trono, mandaría
á su casa á generales, jefes y oficiales para colocar á los suyos;
pero esto no quita para que se procure por todos los medios empujarle
hacia la reacción por el camino religioso.
La ley se aplica hoy çá capricho del partido que
manda; los jueces condena á presidio al que combate un punto del
dogma ó discute un milagro; en cambo se detienen ante los conventos
y los palacios episcopales; dígalo Calvo y Valero, malversador de
los millones del legado de Igareda.
Los ministerios, los altos cuerpos del estado, las
academias, las Universidades dan contingente crecido á las fiestas
religiosas, que se celebran, ora para que llueva, ora para que no; ya
para dar gracias al cielo por cualquier cosa, ya para pedirle que
acabe la guerra.
Del periodismo, religión de descreídos, pero gran
fuerza social, ya he hablado hace días. Los espíritus rectos son
tan pocos, que no pueden oponerse á las corrientes de mercantilismo
que en él predominan. Entrar en un periódico, es tomar un oficio.
Se defiende al que paga. ¿Acaso el peón del albañil no construye
lo mismo templos que lupanares?
Abogados, industriales, comerciantes, ¡hasta los
cómicos!, ¡hasta los médicos!, tienen ya santos titulares, se
reunen en cofradías, celebran fiestas y se cuelgan cintajos con
imágenes y letreros: ¡hermanos de tal!..., ¡hermanos de cual! Que
hacen recordar á Caín. Ahora se trata de que los periodistas
aceptemos por abogado á San Saturnino.
Aquí se celebra una rifa para comprar un riquísimo
manto á una imagen; allá se levanta un soberbio edificio religioso
con el dinero de los fieles; esta asoación prepara grandes fiestas
para festejar el día de su patrono; aquella hermandad dispone una
romería en honor del suyo; una comisión pide para el dote de una
joven que aspira á convertirse en esposa de Cristo; otra recauda
para edificar un templo; un aristócrata muere y deja por herederos á
los jesuitas; una señora se encierra en un convento y enriquece á
la comunidad; las hermanas de la caridad no pueden colocar en sus
coches los donativos de especie, amén de las cuantiosas mandas que
reciben en dinero; los pórticos de las iglesias son bazares donde
todo se subasta; una papeleta de diez céntimos abre las puertas del
Paraíso.
Y por si esto no bastare, en cuantas ciudades, villas y
aldeas tiene España, lo mismo en el pulpito que en el confesonario,
en la prensa que en el Ateneo, en el taller que en el almacén, á la
puerta del comercio como á la de la Iglesia, se pronuncia ó se
escribe esta frase: ¡Limosna para el Papa! Y la mujer honrada al par
que la prostituta, y el hombre serio á la vez que el libertino, la
repiten, esforzándose por figurar los primeros en las listas de
suscripción.
Se levantan conventos por todas partes, y no hay caldo
en los hospitales; los hogares están perturbados por la injerencia
clerical; los padres de hijas con dote tienen que tomar precauciones
para que no se las secuestren; las madres con hijas hermosas las
buscan desoladas por los asilos religiosos; los seminaristas y
aprendices de fraile se hallan exentos del servicio militar.
Los duendes han resucitado, las almas en pena piden
sufragios, las vírgenes se aparecen, los santos curan enfermos, los
endemoniados gritan en las iglesias, los misioneros preparan la
guerra civil, los fieles alborotan en los rosarios de la Aurora, los
curas ahuyentan la langosta y otras plagas á hisopazos y latines...
Y salen todos los días apóstoles curanderos; y los ciegos cantan
milagros por las calles entremezclados con hazañas de bandidos; y se
pide á Dios que retire las aguas en las inundaciones; y se bendice
todo, has lo podrido.
Pero ¿qué más? Los bandidos que mata la Guardia
Civil llevan al cuello tres ó cuatro escapularios; calcuta,
Bonafoux, por este dato, cuántos llevarán los que no se ponen al
habla con ella.
Y ahora que trato de esta gente, no quiero que se me
pase decirte que muchos concejales republicanos asisten á fiestas
religiosas pagadas con fondos del Municipio.
Los jóvenes son hijos ó de San Luis, ó de San
Ignacio, ó de cualquiera otro santo; las jóvenes, hijas de María,
en sus múltiples advocaciones, ó del Corazón de Jesús; las hay
reparadoras no sé de qué, siervas, esclavas; el asunto es tener un
pretexto para echarse á la calle con el devocionario en la mano,
y... Detengámonos en el dintel de la maledicencia.
No se da psao sin tropezar con un cura, un fraile ó
una hermana de la caridad. No se recorren veinte metros sin divisar
un convento, una capilla, una iglesia ó un asilo benéfico; no
transcurre un día sin recibir una circular católica en demanda de
limosna. Las campanillas de las cavas, movidas por manos de
fregratrices con tocas, no dejan sonar.
Celébranse fiestas á diario; cuándo el rosario,
cuándo la novena, cuándo la procesión. Y mucho cirio, y mucho
perfume; y en los ricos vestidos de las imágenes, muchas joyas; y
mucho oro y mucha pedrería en los de los ministros del altar.
Hoy no se respira en esta nación más que por los
pulmones de la frailería, la clerigalla y el monjío; hoy no se leen
más que oraciones, relatos de milagros ó insultos á la libertad.
Las mujeres no piensan en otra cosa que en acudir á los templos á
oir sandeces é inmoralidades, cuando no en practicarlas al salir.
Los hombres, unos por hipócritas, otros por malvados y muchos por
débiles, permiten que en sus familias se introduzca la serpiente
negra, aun cuando se enrosque á su fortuna ó á su honor; de ahí
esas donaciones escandalosas, esas jóvenes deshonradas, esos
encierros á viva fuerza en los conventos, esos crímenes contra
natura, que casi no escandalizan ya á esta que fué siempre raza de
hombres viriles.
Y mientras tanto, las alhajas de los templos
desapareciendo con todo lo que tiene algún valor histórico ó
artístico; ideas de odio y de exterminio vertiéndose en el púlpito;
coro de maldiciones resonando en los templos...Y como consecuencia
lógica, un pueblo embrutecido, fanatizado, hambriento, sin
conciencia de su deber ni idea de su dignidad, que contribuye á
todas esas farsas con su quietismo y se deja morir cobarde y
resignadamente por esas aldeas, esos talleres, esos campos...
Y al compás de esta orgía de devoción, de esta danza
macabra de virtudes abominables, se pierde y se hunde cuanto
constituyó siempre el orgullo de este pueblo, porque falta aquí de
moralidad lo que sobra de cobardía. La misma ganzúa que sirve para
forzar la caja de valores, se emplea en abrir las puertas del cielo;
la prostitución dorada comienza en la alcoba la frase ¡yo te
amo!...dirigida al amante, y la termina en el templo, añadiéndole
un ¡Dios mío! Se va de Sodoma á Jerusalén en quince minutos. El
diablo acompaña sonriente á pecadores y pecadoras hasta la puerta
de la iglesia y aguarda tranquilo á que salgan para cogerse á su
brazo de nuevo.
Y á todo esto, los hospitales tienen que rechazar los
enfermos por falta de sitio; en los asilos religiosos se roba, se
baila y algo más, y en las Inclusas los niños se mueren de hambre;
hay ama que se encarga de tres ó cuatros, y no cobra después. Y
allá, en el fondo de esos tristes tugurios habitados por las clases
productoras, tragedias terribles en que el hambre ejerce de
protagonista.
Y los redimidos por Mendizábal, los hijos de los que
derramaron su sangre por matar el predominio clerical, apenas si
paran mientes en lo que nos rodea; y ven alzarse conventos á
porrillo; estafar el dinero á los fanáticos por todos los medios
imaginables; secuestrar jóvenes de ambos sexos par llenar los
conventos; apoderarse, bajo pretextos caritativos; de escuelas,
asilos y hospitales; fundar asociaciones con aparente carácter
religioso, pero en realidad para preparar la nueva guerra civil;
correr impunemente de un lado á otro frailes y monjas con órdenes
de organización y propaganda... Y callan, como si sobre ellos no
hubiera de desplomarse la avalancha.
Una sola esperanza queda, como ya te he dicho; que esas
multitudes hambrientas y desarrapadas, por instinto más que por
convicción, se alcen un día, y con el hierro curen la gangrena
social, y con la tea purifiquen la atmósfera saturada de miasmas de
podredumbre, poniendo en el fiel la balanza de la justicia.
Si no justificaran la revolución las inmoralidades de
los monárquicos, la justificaría el deber en que estamos todos de
romper la red que el clericalismo nos ha tendido...
He aquí querido Bonafoux, pintado á la ligera el
cuadro que te ofrecí; si de algo peca es de flojedad en las tintas.
Y dime ahora si no merece alguna disculpa ese que mi citas por
haberse dejado arrastrar un instante por la corriente general. Es una
lástima, porque era (y creo que lo será todavía), de los llamados
á salvarse del naufragio en este océano de inmundicia. Pero de
todas suertes, es triste esto de que hoy unos, mañana otros, vayan
tantos cediendo ó transigiendo, aun cuando esto sirva para avalorar
el mérito de los luchan se sostienen; pues como dijo nuestro
inmortal Ruiz de Alarcón:
Los malos honran los buenos
como honra la noche al día,
que sin tinieblas, tendría
el mundo la luz en menos.
Sabes que te quiere desde que te conoció, éste que
anda en los periódicos á caza de tu firma para aprender algo y
admirar mucho.
El Motín 1897
Revista semanal satírica
Anotaciones al
texto, para libremente enjuiciar con el silencio más valorado, el
despacho al gusto de mí…Independencia:
Si
amas en igual proporción podrás odiar.
El amor mata.
Cambiar en igualdad circunstancial de tiempo aconfesional: Iglesia (Entregada vida a Dios) por Estado (Vividores de Dios y comunidad anticristo del bienestar), la cuenta será precisa en justa hora, más adelante, podremos hablar de Religión y tal...
Curioso que los progres de antaño, ahora no sean liberales o quizás, me equivoque y escondan sus intenciones en la solidaridad suplantada a Dios, y cierto es, en su hora más injusta, la rebelión de los pobres serán arrojados a los perros de la paz, en una guerra sin par, con los alimentos que los mantienen a todos y todas en sus seguridad, instalados, gracias a Dios.
Es oportuno repetir que sin la llamada de la cruz, la sangría no seria festiva, ni taurina, sino humana.
La iglesia no se alza, se levanta en abierto abrazo a Dios, bendición la humanidad y toda su naturaleza... Obra y gracia de Dios todopoderoso. Por lo tanto, tan sólo la puede ensalzar Dios nuestro señor y con él y en él, nuestra libertad individual, que así comprende y entiende deba ser por imperiosa obligación y sin derecho la de participar en la comunidad sin más.
La Iglesia canta alabanzas de amor y alegría, porque no siempre puede llorar, ni ahogarse en la eterna condena de la pena y la desgracia. Su alegría es la motivación de ser hombre de fe, sin muerte, y con sus lágrimas el riego de la vida.
¡Se chove, que chova!
¡Agua Dios!
Fragmentos de conventos:
No hay peor cosa que la instalación, pensaba
Francisco. En el campo abierto, en la arena del combate es donde el
hombre se fortalece. Por eso Francisco no retenía por mucho tiempo a
sus hermanos. Muy pronto los soltaba a los caminos abiertos del mundo
porque sabía que sin batalla no hay fortaleza y que la madurez es
fruto de muchas heridas.
Y dijo a sus hermanos:
¿Qué quiere el señor de todo esto?
Sin duda quiere librarnos de la tentación de la
instalación, ¿No decimos todos los días que somos peregrinos y
extranjeros en este mundo?
Recordad pues: Donde hay instalación hay seguridad y donde hay seguridad, no hay pobreza. No busquéis otra seguridad que el saberos amados del altisimo.
Francisco de Asís, el buenagente.
Final del padre nuestro de Praydino la Faba:
...No dejes que esto ocurra. No nos dejes caer en
nosotros mismos. No permitas que se apague la inquietud que nos tiene
hay en tu búsqueda. Líbranos de perder nuestra libertad, la que nos
hace "hijos de Dios".
Amén.
¡AMOR!
Vivir para
todos
A mí mismo
Estoy envanecido y contento de que mi
vida termine como empezó: Creyendo en la patria, en el amor, en la
abnegación, en el sacrificio, en cuanto levanta los pies del polvo,
eleva el espíritu, ensancha el corazón, y pone do de haber
trabajado constantemente por los desheredados, los que sufren, los
que han hambre y sed de justicia, y haber combatido la iniquidad en
todas sus manifestaciones.
El día que muera, no sentiré
remordimientos por haberme ocupado mucho de mí.
Revista semanal satírica
El día que descubras
después de huir, de unir y explorar el horizonte que hay más
allá y después de ti, contemplarás que hay algo más.
¡Bienvenido!
Si por la razón te roban el sueño, estás muerto y enterrado.
¡Gloria a Dios!
KIFACE
by the FACE
En: BOOM!
En: BOOM!
Nota desconcertante
Podría escribir mejor y con mayor entrega en cuanto al tiempo y su
enjuiciamiento, pero entiendo que tan sólo a mi debe importarle
esto, por lo que así está, maravilloso...
6 de diciembre de 2013
L2 ✞ Despacho al gusto de mí…Independencia.
M - Mierda
-
El Dios de
los Pobres
A Francisco F. Villegas
Mí distinguido amigo y compañero: Firmado por Zeda, seudónimo que ha hecho
usted célebre, he leído en la Época un artículo titulado así, en el que hay
este párrafo:
"Quitar á los pobres, á los miserables, á los doloridos su esperanza y su consuelo, robar á los hombres su Dios, dándoles en cambio la duda y la desesperación, sería el colmo de las infamias.”
Lo sería, sí; opino lo mismo. Más para robar una cosa es preciso que exista, y el Dios de los pobres no existe. Por lo menos, yo no sé dónde está: Ni ellos tampoco.
Mi primer impulso al leerlo, fue escribir estas ó parecidas líneas, ya que soy uno de los que tienen derecho á darse por aludidos:
“El colmo de la infamia no sería ese, sino el haber creado un Dios con la mira egoísta y criminal de que los pobres se resignen á sufrir en silencio el hambre, el frío, la injusticia, por la esperanza de alcanzar en otra vida la dicha que disfrutan en ésta los que generosamente les regalan ese Dios. Porque es crueldad inaudita, con honores de sarcasmo, el inventar para los que nada tienen un Dios que nada les da ni para nada les sirve, y en cambio les quita energía para el esfuerzo.”
Mas como resistí el primer impulso, hoy, con tranquilidad perfecta, me limito á decirle á usted, amigo Villegas:
“No quiero discutir acerca de la existencia de Dios; la admito desde luego. Mas como no sé dónde está y anhelo verle, vamos á buscarle.
Penetremos en una de esas habitaciones donde mucho antes de amanecer se ven tres ó cuatro mujeres dedicadas á una labor suicida, que sólo interrumpen una vez al día para tomar á toda prisa un alimento insuficiente, y que no dejan hasta caer rendidas sobre la cama poco antes de medianoche. ¿ Es aquí donde está el Dios de los pobres?
Abriguémonos bien, vayamos á las siete de la mañana al Manzanares, y busquemos á ese Dios entre los témpanos de hielo y la humedad de la niebla, destapemos los miserables cestos en que las infelices lavanderas llevan la comida, y á ver si lo encontramos entre aquellos mendrugos de pan duro, aquellas sardinas saladas y aquellas piltrafas de una carne inverosímil que se agrupan en el fondo. ¿No está aquí tampoco?
Apostémonos una de esas madrugadas de nieve, lluvia y ventisca en las afueras de la población, y veamos entrar á hombres, mujeres y niños que afluyen de los pueblos inmediatos, soñolientos, débiles, calados y tiritando, conduciendo productos para el consumo delos que en aquel instante descansan tranquilos en alcobas confortables, precisamente por no tener ni relaciones remotas con el Dios de los pobres. ¿Viene con ellos acaso?
Corramos al campo y busquemos las huellas del paso del Dios de los pobres en los surcos endurecidos por la escarcha, en los rastrojos quemados por el sol, en los pantanos que exhalan miasmas de muerte; registremos cuidadosamente la tierra removida; agucemos el oído para oír su voz en cada golpe del azadón que, ya al caer la tarde, rendido por la faena de todo el día, de el infeliz jornalero. ¿Se ven alguno de esos sitios?
A las minas no bajemos, porque allí de seguro no está. La humedad, las tinieblas y el grisú alejan hasta la idea de que nadie haya tenido la osadía de inventar ese Dios.
Subamos á las buhardillas, bajemos á las chozas, y en que lo admiremos en la resistencia que tiene el organismo humano para soportar por mucho tiempo los dolores más grandes, las privaciones más horrible, cual si fuese más duradero su martirio.
No; por ninguno de esos sitios ha pasado Dios, ni el diablo siquiera: porque el diablo, aun cuando sea con la perversa intención de perderlas almas, se cuida de que los cuerpos se mantengan en buen estado de conservación para que la carne tenga más ansias de pecar y no halle después medio de salvarse.
¡El Dios de los pobres! Dejemos de buscarlo, culto Zeda, por esas habitaciones sin pan, sin lumbre, sin muebles, donde los niños tiritan desfallecidos, las madres lloran nerviosas, los hombres blasfeman desesperados, pues no encontraremos un rincón siquiera que atestigüe que por allí pasó, y hagamos que lo llamen y lo invoquen los que lo necesitan.
Llámalo tú, madre que no puedes darle pan á tus hijos; llama á ese Dios de tu propiedad, llorando, arrodillada, con las manos juntas, como quieras, en fin; y si acude á remediarte, maldice de cuantos procuramos quitártelo.
Junta tus manecitas é invócalo tú, niña inocente, para que salvé a tu madre, que agoniza por no haber comido en muchos días á fin de que tú comieras algo, y si se te aparece, pídele que confunda á los que negamos su existencia.
"Quitar á los pobres, á los miserables, á los doloridos su esperanza y su consuelo, robar á los hombres su Dios, dándoles en cambio la duda y la desesperación, sería el colmo de las infamias.”
Lo sería, sí; opino lo mismo. Más para robar una cosa es preciso que exista, y el Dios de los pobres no existe. Por lo menos, yo no sé dónde está: Ni ellos tampoco.
Mi primer impulso al leerlo, fue escribir estas ó parecidas líneas, ya que soy uno de los que tienen derecho á darse por aludidos:
“El colmo de la infamia no sería ese, sino el haber creado un Dios con la mira egoísta y criminal de que los pobres se resignen á sufrir en silencio el hambre, el frío, la injusticia, por la esperanza de alcanzar en otra vida la dicha que disfrutan en ésta los que generosamente les regalan ese Dios. Porque es crueldad inaudita, con honores de sarcasmo, el inventar para los que nada tienen un Dios que nada les da ni para nada les sirve, y en cambio les quita energía para el esfuerzo.”
Mas como resistí el primer impulso, hoy, con tranquilidad perfecta, me limito á decirle á usted, amigo Villegas:
“No quiero discutir acerca de la existencia de Dios; la admito desde luego. Mas como no sé dónde está y anhelo verle, vamos á buscarle.
Penetremos en una de esas habitaciones donde mucho antes de amanecer se ven tres ó cuatro mujeres dedicadas á una labor suicida, que sólo interrumpen una vez al día para tomar á toda prisa un alimento insuficiente, y que no dejan hasta caer rendidas sobre la cama poco antes de medianoche. ¿ Es aquí donde está el Dios de los pobres?
Abriguémonos bien, vayamos á las siete de la mañana al Manzanares, y busquemos á ese Dios entre los témpanos de hielo y la humedad de la niebla, destapemos los miserables cestos en que las infelices lavanderas llevan la comida, y á ver si lo encontramos entre aquellos mendrugos de pan duro, aquellas sardinas saladas y aquellas piltrafas de una carne inverosímil que se agrupan en el fondo. ¿No está aquí tampoco?
Apostémonos una de esas madrugadas de nieve, lluvia y ventisca en las afueras de la población, y veamos entrar á hombres, mujeres y niños que afluyen de los pueblos inmediatos, soñolientos, débiles, calados y tiritando, conduciendo productos para el consumo delos que en aquel instante descansan tranquilos en alcobas confortables, precisamente por no tener ni relaciones remotas con el Dios de los pobres. ¿Viene con ellos acaso?
Corramos al campo y busquemos las huellas del paso del Dios de los pobres en los surcos endurecidos por la escarcha, en los rastrojos quemados por el sol, en los pantanos que exhalan miasmas de muerte; registremos cuidadosamente la tierra removida; agucemos el oído para oír su voz en cada golpe del azadón que, ya al caer la tarde, rendido por la faena de todo el día, de el infeliz jornalero. ¿Se ven alguno de esos sitios?
A las minas no bajemos, porque allí de seguro no está. La humedad, las tinieblas y el grisú alejan hasta la idea de que nadie haya tenido la osadía de inventar ese Dios.
Subamos á las buhardillas, bajemos á las chozas, y en que lo admiremos en la resistencia que tiene el organismo humano para soportar por mucho tiempo los dolores más grandes, las privaciones más horrible, cual si fuese más duradero su martirio.
No; por ninguno de esos sitios ha pasado Dios, ni el diablo siquiera: porque el diablo, aun cuando sea con la perversa intención de perderlas almas, se cuida de que los cuerpos se mantengan en buen estado de conservación para que la carne tenga más ansias de pecar y no halle después medio de salvarse.
¡El Dios de los pobres! Dejemos de buscarlo, culto Zeda, por esas habitaciones sin pan, sin lumbre, sin muebles, donde los niños tiritan desfallecidos, las madres lloran nerviosas, los hombres blasfeman desesperados, pues no encontraremos un rincón siquiera que atestigüe que por allí pasó, y hagamos que lo llamen y lo invoquen los que lo necesitan.
Llámalo tú, madre que no puedes darle pan á tus hijos; llama á ese Dios de tu propiedad, llorando, arrodillada, con las manos juntas, como quieras, en fin; y si acude á remediarte, maldice de cuantos procuramos quitártelo.
Junta tus manecitas é invócalo tú, niña inocente, para que salvé a tu madre, que agoniza por no haber comido en muchos días á fin de que tú comieras algo, y si se te aparece, pídele que confunda á los que negamos su existencia.
El Motín 1895
Revista semanal satírica
Anotaciones al
texto, para libremente enjuiciar con el silencio más valorado, el
despacho al gusto de mí…Independencia:
Si amas en igual proporción podrás odiar.
El amor mata.
Si nos demuestra su existencia es precisamente en el acto de
presencia, sino seria algo así:
Una bala por pobre, para el rico y la matanza seria finita, allí
donde la paz del sufrimiento, la comprensión y el entendimiento
engrandece el ser, minimizando la expresión de la humildad del
sentimiento, contrarrestando la razón de los pobres “ficticios”
económicos que mas que alentar e incentivar la vida, propagan la
enfermedad con el vicio de la envidia y el desquite vengativo de la
muerte por no ser participe en su extremo cumplimiento, lo cual su
libertad autoritaria baila en un aquelarre de sangre, salpicada a
borbotones dentro de una orgía de cerebros corrompidos, manipulados
, alineados y enriquecidos con la desgracia propia que proclama la
ajena desde la salubridad del confort y la risa macabra tan traidora
como la daga o el puñal que clava su inmensa y triste condena
intelectual; tan horizontal como plana y que no encuentra consuelo en
su pueblo, poseso y perverso, mezquina propiedad.
Correría la sangre sin más, pues sin Dios no cabe esperar más que
una batalla sin igual, expuesta al mundo por la conciencia pesada que
arrastra y engullen los demonios del mal, haciéndose valer de su
comunal integración y la instalación cómoda del despropósito de
comunión sin punto común alcanzable; que les otorga el tener frente
a ellos un corazón sencillo y aunque no limpio, y menos aun
puro...seguro de su pecado y de su propósito de enmienda.
En la única pretensión de que sea lo que Dios quiera y no lo que
una determinada parte de él, por mucho que de todo tenga que haber
(aunque no cuentes, según matemáticas y matemático, utilice la
métrica) imponga por ciencia incierta y delicada apariencia e
inconsciente ocurrencia.
Momento en el cual la creación, se convierte en un puñado de
administradores y artistas del cante, sin gusto, sin voz y sin arte,
empeñados en rozar los cielos del estrellato, aunque sea estrellando
y borrando estrellas, ya nacidas con señal para lucir y brillar sin
esfuerzo y con el poder de dar sin más que a pecho descubierto.
Mantener la fe es algo más que adorar una imagen, obtener un papel,
oler, tocar o pisar tierra, saborear o acertar a escuchar un sonido,
pero claro está, es algo que se escapa al individuo inmerso en un
botellón de ruido. ¡Imagine! Cuando reunidos en el fuego del
poseído, bajo el vacío de su existencia, atormentada por la
indiferencia y la frágil apariencia de la unión llenan cada día
más de razón, la desesperación sin esfuerzo, sin hacer nada, más
que para su tribu más cercana, que hoy puede ser la del tam, tam,
mañana la del chan, chan; renegando de los amores de los que sin ser
nada, GLORIA A DIOS, construyen amor por tierra sagrada.
Permitiendo que el acto de fe y la grandeza de Dios los deje danzar
en su tempano de hielo y descuartizado corazón, pudriéndose a
pedazos sin compartir ni una gota de su cielo, congelado.
“Busca lo que amas, y deja que te
mate.”
Charles Bukowski.
Salud y paz…ciencia
Mis desgracias.
¡AMOR!
Vivir para
todos
A mi mismo
Estoy envanecido y contento de que mi
vida termine como empezó: Creyendo en la patria, en el amor, en la
abnegación, en el sacrificio, en cuanto levanta los pies del polvo,
eleva el espíritu, ensancha el corazón, y pone do de haber
trabajado constantemente por los desheredados, los que sufren, los
que han hambre y sed de justicia, y haber combatido la iniquidad en
todas sus manifestaciones.
El día que muera, no sentiré
remordimientos por haberme ocupado mucho de mí.
Revista semanal satírica
El día que descubras después de huir, de unir y explorar el
horizonte que hay más allá y después de ti, contemplarás que hay algo
más.
¡Bienvenido!
¡Gloria a Dios!
¡Bienvenido!
¡Gloria a Dios!
Nota desconcertante
Podría escribir mejor y con mayor entrega en cuanto al tiempo y su
enjuiciamiento, pero entiendo que tan sólo a mi debe importarle
esto, por lo que así está, maravilloso...