O - Odio -
La España de hoy
A Luis Bonafoux
Veo con gusto que la jauría
clerical aulla contra ti furiosa. ¡bah! Un puntapié y adelante.
Sí; rebajamiento de
caracteres, resignaciones de eunuco, y mucha inmoralidad, y mucha
podredumbre, y muchos frailes, y devotos por oficio y devotas por
vicio...
Esto hay en España, más
degradada hoy que cuando el Hechizado reinaba.
Lenta ha sido la labor, pero
de éxito seguro; corromper, encanallar á los españoles para
ponerlos en condiciones de sufrirlo todo, esto se propusieron y esto
han conseguido.
El despertar de los sueños
d ella felicidad que los restauradores pintaban, ha sido terrible.
Todo ha resultado mentira,
menos el robo y el saqueo, durante los veintidós años últimos;
mentira del bienestar, pues únicamente vivían bien los que chupaban
la savia de la nación; mentira de prosperidad, pues sólo se
elevaban los tahures de la política, los usureros del estado, los
agiotistas de la fortuna pública; mentira el orden, pues no era más
que la calma que precede á las grandes tempestades; mentira la
moralidad, pues en época alguna mediaron más todas las
prostituciones, del cuerpo y del espíritu.
Para llamar la atención á
otra parte, á fin de poder acabar tranquilamente con el país,
pusieron en moda la devoción, recogieron la escoria clerical
arrojada de Francia, y hoy está convertida España en un gran
convento donde se conspira contra todo lo honrado, se calumnia todo
lo digno, se persigue todo lo decente.
No hay vida fuera de la
Iglesia; todo, más ó menos directamente, se halla en sus manos; de
aquí que se haya atrevido ya á descubrir claramente su propósito
de ir matando de hambre al que no puede quemar como en tiempos de la
Inquisición, ahorcar como en los de Fernando VII, ó echar á
presidio y deportar como en los de Narváez. Ser hoy liberal al
estilo antiguo, es decir, con vergüenza, es condenarse
voluntariamente á la miseria. Por esto, los ganapanes de azada,
título académico ó pluma, como las fregonas de camisa burda ó
falda de seda, se acogen á los conventos y asilos; instinto de
conservación, no fe religiosa; como en ellos encuentran alimento,
protección é impunidad, acuden á bandadas.
Todo se arruina lentamente
en España; sólo la Iglesia se alza poderosa. Todos lloran, sólo la
Iglesia canta. Por todas partes quejas, reclamaciones, súplicas...La
miseria invade, no hay el hogar del obrero, sino el de la clase
media. Los que tienen mucho dan algo, pero es á las gentes de
Iglesia; los que mueren, les dejan sin bienes.
Se cierran talleres y
fábricas; á los labradores pobres les venden las fincas para
satisfacer los impuestos, y no se procede contra los ricos que
ocultan las suyas; emigran por millares los jornaleros á África y á
la América del Sur, y s subvencionan cofradías y fiestas
religiosas; se regalan mantos de fabuloso valor á las vírgenes de
madera, y las de carne tienen que dejar de serlo para vivir; los
curas están al corriente hasta de las pagas que la revolución dejó
de abonarles para que no fueran íntegras á manos de los carlistas,
y los militares que se batieron en Cuba las reciben con retraso.
Los catedráticos son perseguidos por los obispos;
anteayer Arenas; ayer Odón de Buen, hoy Dorado Montero...y ¡Oh,
cobardía! ni una voz poderosa levántase en defensa suya, ni una
protesta colectiva lanzan sus compañeros, entre los cuales figuran
republicanos y liberales de influencia y prestigio: Todos callan, sea
por indiferencia, sea por temor á que la persecución les alcance.
Esto avergüenza, Bonafoux. ¿Cuán lejos estamos ya de
aquellos tiempos en que Laureano Calderón y Augusto Linares
arrostraban el despojo, la prisión y el destierro por no transigir
con la reacción que se iniciaba, lo mismo que hicieron por aquel
entonces Giner de los Ríos; y el mismo Salmerón, que ahora
permanecen mudos!
Al que no se confiesé á la hora de morir, se le niega
sepultura; al que no se descubre al paso de una procesión, se le da
un garrotazo; al que discute un punto del dogma cátolico, se le
envía á presidio; escarnécese á los protestantes é insúltase á
los masones... Y todo esto se tolera por los llamados liberales, á
sabiendas d eque la religión sólo sirve de máscara á la política
hipócrita y miserable que trata de matar el espíritu revolucionario
para sustituirlo, ó con el histerismo religioso que enerva al par
que pervierte, ó con el escapulario de detente bala, por si mañana
se le escapase de la mano la influencia que ejerce hoy; política
cobarde que culebrea desde el Quirinal al Vaticano, acuchilla á los
estudiantes, odia la ciencia y encarcela al escritor.
Al Ejército lo están preparando para D. Carlos. Ya
los soldados llevan escapularios como las honradas masas de asesinos
de Cuenca, Olot é Iguzquiza; entre sus jefes, los hay que tocan sus
condecoraciones en la momia de San Isidro, y entre sus generales,
quienes cargan con pendones en las fiestas religiosas. Los soldados
van á Cuba y Filipinas blindados de medallas; cuando se baten y
triunfan, no es de ellos la gloria, sino de la providencia, del santo
del día. Se les regatea hasta la honra de saber morir dignamente por
la patria.
El Ejército no es, no puede ser nunca carlista; se lo
vedan sus convicciones, su historia, la sangre que ha derramado por
la libertad; y si esto no bastare, se lo vedaría el instinto de
conservación; el día que D. Carlos se viera en el trono, mandaría
á su casa á generales, jefes y oficiales para colocar á los suyos;
pero esto no quita para que se procure por todos los medios empujarle
hacia la reacción por el camino religioso.
La ley se aplica hoy çá capricho del partido que
manda; los jueces condena á presidio al que combate un punto del
dogma ó discute un milagro; en cambo se detienen ante los conventos
y los palacios episcopales; dígalo Calvo y Valero, malversador de
los millones del legado de Igareda.
Los ministerios, los altos cuerpos del estado, las
academias, las Universidades dan contingente crecido á las fiestas
religiosas, que se celebran, ora para que llueva, ora para que no; ya
para dar gracias al cielo por cualquier cosa, ya para pedirle que
acabe la guerra.
Del periodismo, religión de descreídos, pero gran
fuerza social, ya he hablado hace días. Los espíritus rectos son
tan pocos, que no pueden oponerse á las corrientes de mercantilismo
que en él predominan. Entrar en un periódico, es tomar un oficio.
Se defiende al que paga. ¿Acaso el peón del albañil no construye
lo mismo templos que lupanares?
Abogados, industriales, comerciantes, ¡hasta los
cómicos!, ¡hasta los médicos!, tienen ya santos titulares, se
reunen en cofradías, celebran fiestas y se cuelgan cintajos con
imágenes y letreros: ¡hermanos de tal!..., ¡hermanos de cual! Que
hacen recordar á Caín. Ahora se trata de que los periodistas
aceptemos por abogado á San Saturnino.
Aquí se celebra una rifa para comprar un riquísimo
manto á una imagen; allá se levanta un soberbio edificio religioso
con el dinero de los fieles; esta asoación prepara grandes fiestas
para festejar el día de su patrono; aquella hermandad dispone una
romería en honor del suyo; una comisión pide para el dote de una
joven que aspira á convertirse en esposa de Cristo; otra recauda
para edificar un templo; un aristócrata muere y deja por herederos á
los jesuitas; una señora se encierra en un convento y enriquece á
la comunidad; las hermanas de la caridad no pueden colocar en sus
coches los donativos de especie, amén de las cuantiosas mandas que
reciben en dinero; los pórticos de las iglesias son bazares donde
todo se subasta; una papeleta de diez céntimos abre las puertas del
Paraíso.
Y por si esto no bastare, en cuantas ciudades, villas y
aldeas tiene España, lo mismo en el pulpito que en el confesonario,
en la prensa que en el Ateneo, en el taller que en el almacén, á la
puerta del comercio como á la de la Iglesia, se pronuncia ó se
escribe esta frase: ¡Limosna para el Papa! Y la mujer honrada al par
que la prostituta, y el hombre serio á la vez que el libertino, la
repiten, esforzándose por figurar los primeros en las listas de
suscripción.
Se levantan conventos por todas partes, y no hay caldo
en los hospitales; los hogares están perturbados por la injerencia
clerical; los padres de hijas con dote tienen que tomar precauciones
para que no se las secuestren; las madres con hijas hermosas las
buscan desoladas por los asilos religiosos; los seminaristas y
aprendices de fraile se hallan exentos del servicio militar.
Los duendes han resucitado, las almas en pena piden
sufragios, las vírgenes se aparecen, los santos curan enfermos, los
endemoniados gritan en las iglesias, los misioneros preparan la
guerra civil, los fieles alborotan en los rosarios de la Aurora, los
curas ahuyentan la langosta y otras plagas á hisopazos y latines...
Y salen todos los días apóstoles curanderos; y los ciegos cantan
milagros por las calles entremezclados con hazañas de bandidos; y se
pide á Dios que retire las aguas en las inundaciones; y se bendice
todo, has lo podrido.
Pero ¿qué más? Los bandidos que mata la Guardia
Civil llevan al cuello tres ó cuatro escapularios; calcuta,
Bonafoux, por este dato, cuántos llevarán los que no se ponen al
habla con ella.
Y ahora que trato de esta gente, no quiero que se me
pase decirte que muchos concejales republicanos asisten á fiestas
religiosas pagadas con fondos del Municipio.
Los jóvenes son hijos ó de San Luis, ó de San
Ignacio, ó de cualquiera otro santo; las jóvenes, hijas de María,
en sus múltiples advocaciones, ó del Corazón de Jesús; las hay
reparadoras no sé de qué, siervas, esclavas; el asunto es tener un
pretexto para echarse á la calle con el devocionario en la mano,
y... Detengámonos en el dintel de la maledicencia.
No se da psao sin tropezar con un cura, un fraile ó
una hermana de la caridad. No se recorren veinte metros sin divisar
un convento, una capilla, una iglesia ó un asilo benéfico; no
transcurre un día sin recibir una circular católica en demanda de
limosna. Las campanillas de las cavas, movidas por manos de
fregratrices con tocas, no dejan sonar.
Celébranse fiestas á diario; cuándo el rosario,
cuándo la novena, cuándo la procesión. Y mucho cirio, y mucho
perfume; y en los ricos vestidos de las imágenes, muchas joyas; y
mucho oro y mucha pedrería en los de los ministros del altar.
Hoy no se respira en esta nación más que por los
pulmones de la frailería, la clerigalla y el monjío; hoy no se leen
más que oraciones, relatos de milagros ó insultos á la libertad.
Las mujeres no piensan en otra cosa que en acudir á los templos á
oir sandeces é inmoralidades, cuando no en practicarlas al salir.
Los hombres, unos por hipócritas, otros por malvados y muchos por
débiles, permiten que en sus familias se introduzca la serpiente
negra, aun cuando se enrosque á su fortuna ó á su honor; de ahí
esas donaciones escandalosas, esas jóvenes deshonradas, esos
encierros á viva fuerza en los conventos, esos crímenes contra
natura, que casi no escandalizan ya á esta que fué siempre raza de
hombres viriles.
Y mientras tanto, las alhajas de los templos
desapareciendo con todo lo que tiene algún valor histórico ó
artístico; ideas de odio y de exterminio vertiéndose en el púlpito;
coro de maldiciones resonando en los templos...Y como consecuencia
lógica, un pueblo embrutecido, fanatizado, hambriento, sin
conciencia de su deber ni idea de su dignidad, que contribuye á
todas esas farsas con su quietismo y se deja morir cobarde y
resignadamente por esas aldeas, esos talleres, esos campos...
Y al compás de esta orgía de devoción, de esta danza
macabra de virtudes abominables, se pierde y se hunde cuanto
constituyó siempre el orgullo de este pueblo, porque falta aquí de
moralidad lo que sobra de cobardía. La misma ganzúa que sirve para
forzar la caja de valores, se emplea en abrir las puertas del cielo;
la prostitución dorada comienza en la alcoba la frase ¡yo te
amo!...dirigida al amante, y la termina en el templo, añadiéndole
un ¡Dios mío! Se va de Sodoma á Jerusalén en quince minutos. El
diablo acompaña sonriente á pecadores y pecadoras hasta la puerta
de la iglesia y aguarda tranquilo á que salgan para cogerse á su
brazo de nuevo.
Y á todo esto, los hospitales tienen que rechazar los
enfermos por falta de sitio; en los asilos religiosos se roba, se
baila y algo más, y en las Inclusas los niños se mueren de hambre;
hay ama que se encarga de tres ó cuatros, y no cobra después. Y
allá, en el fondo de esos tristes tugurios habitados por las clases
productoras, tragedias terribles en que el hambre ejerce de
protagonista.
Y los redimidos por Mendizábal, los hijos de los que
derramaron su sangre por matar el predominio clerical, apenas si
paran mientes en lo que nos rodea; y ven alzarse conventos á
porrillo; estafar el dinero á los fanáticos por todos los medios
imaginables; secuestrar jóvenes de ambos sexos par llenar los
conventos; apoderarse, bajo pretextos caritativos; de escuelas,
asilos y hospitales; fundar asociaciones con aparente carácter
religioso, pero en realidad para preparar la nueva guerra civil;
correr impunemente de un lado á otro frailes y monjas con órdenes
de organización y propaganda... Y callan, como si sobre ellos no
hubiera de desplomarse la avalancha.
Una sola esperanza queda, como ya te he dicho; que esas
multitudes hambrientas y desarrapadas, por instinto más que por
convicción, se alcen un día, y con el hierro curen la gangrena
social, y con la tea purifiquen la atmósfera saturada de miasmas de
podredumbre, poniendo en el fiel la balanza de la justicia.
Si no justificaran la revolución las inmoralidades de
los monárquicos, la justificaría el deber en que estamos todos de
romper la red que el clericalismo nos ha tendido...
He aquí querido Bonafoux, pintado á la ligera el
cuadro que te ofrecí; si de algo peca es de flojedad en las tintas.
Y dime ahora si no merece alguna disculpa ese que mi citas por
haberse dejado arrastrar un instante por la corriente general. Es una
lástima, porque era (y creo que lo será todavía), de los llamados
á salvarse del naufragio en este océano de inmundicia. Pero de
todas suertes, es triste esto de que hoy unos, mañana otros, vayan
tantos cediendo ó transigiendo, aun cuando esto sirva para avalorar
el mérito de los luchan se sostienen; pues como dijo nuestro
inmortal Ruiz de Alarcón:
Los malos honran los buenos
como honra la noche al día,
que sin tinieblas, tendría
el mundo la luz en menos.
Sabes que te quiere desde que te conoció, éste que
anda en los periódicos á caza de tu firma para aprender algo y
admirar mucho.
El Motín 1897
Revista semanal satírica
Anotaciones al
texto, para libremente enjuiciar con el silencio más valorado, el
despacho al gusto de mí…Independencia:
Si
amas en igual proporción podrás odiar.
El amor mata.
Cambiar en igualdad circunstancial de tiempo aconfesional: Iglesia (Entregada vida a Dios) por Estado (Vividores de Dios y comunidad anticristo del bienestar), la cuenta será precisa en justa hora, más adelante, podremos hablar de Religión y tal...
Curioso que los progres de antaño, ahora no sean liberales o quizás, me equivoque y escondan sus intenciones en la solidaridad suplantada a Dios, y cierto es, en su hora más injusta, la rebelión de los pobres serán arrojados a los perros de la paz, en una guerra sin par, con los alimentos que los mantienen a todos y todas en sus seguridad, instalados, gracias a Dios.
Es oportuno repetir que sin la llamada de la cruz, la sangría no seria festiva, ni taurina, sino humana.
La iglesia no se alza, se levanta en abierto abrazo a Dios, bendición la humanidad y toda su naturaleza... Obra y gracia de Dios todopoderoso. Por lo tanto, tan sólo la puede ensalzar Dios nuestro señor y con él y en él, nuestra libertad individual, que así comprende y entiende deba ser por imperiosa obligación y sin derecho la de participar en la comunidad sin más.
La Iglesia canta alabanzas de amor y alegría, porque no siempre puede llorar, ni ahogarse en la eterna condena de la pena y la desgracia. Su alegría es la motivación de ser hombre de fe, sin muerte, y con sus lágrimas el riego de la vida.
¡Se chove, que chova!
¡Agua Dios!
Fragmentos de conventos:
No hay peor cosa que la instalación, pensaba
Francisco. En el campo abierto, en la arena del combate es donde el
hombre se fortalece. Por eso Francisco no retenía por mucho tiempo a
sus hermanos. Muy pronto los soltaba a los caminos abiertos del mundo
porque sabía que sin batalla no hay fortaleza y que la madurez es
fruto de muchas heridas.
Y dijo a sus hermanos:
¿Qué quiere el señor de todo esto?
Sin duda quiere librarnos de la tentación de la
instalación, ¿No decimos todos los días que somos peregrinos y
extranjeros en este mundo?
Recordad pues: Donde hay instalación hay seguridad y donde hay seguridad, no hay pobreza. No busquéis otra seguridad que el saberos amados del altisimo.
Francisco de Asís, el buenagente.
Final del padre nuestro de Praydino la Faba:
...No dejes que esto ocurra. No nos dejes caer en
nosotros mismos. No permitas que se apague la inquietud que nos tiene
hay en tu búsqueda. Líbranos de perder nuestra libertad, la que nos
hace "hijos de Dios".
Amén.
¡AMOR!
Vivir para
todos
A mí mismo
Estoy envanecido y contento de que mi
vida termine como empezó: Creyendo en la patria, en el amor, en la
abnegación, en el sacrificio, en cuanto levanta los pies del polvo,
eleva el espíritu, ensancha el corazón, y pone do de haber
trabajado constantemente por los desheredados, los que sufren, los
que han hambre y sed de justicia, y haber combatido la iniquidad en
todas sus manifestaciones.
El día que muera, no sentiré
remordimientos por haberme ocupado mucho de mí.
Revista semanal satírica
El día que descubras
después de huir, de unir y explorar el horizonte que hay más
allá y después de ti, contemplarás que hay algo más.
¡Bienvenido!
Si por la razón te roban el sueño, estás muerto y enterrado.
¡Gloria a Dios!
KIFACE
by the FACE
En: BOOM!
En: BOOM!
Nota desconcertante
Podría escribir mejor y con mayor entrega en cuanto al tiempo y su
enjuiciamiento, pero entiendo que tan sólo a mi debe importarle
esto, por lo que así está, maravilloso...