Una jaula de grillos. Una jaula sin rejas.
Servida la piel humana en bandeja.
La navidad se acerca y llega la hora de los cuentos felices.
Pasaremos el miedo de Halloween. Visitaremos los muertos. Nos reiremos de nuestra mísera existencia, celebrando nuestra opulencia con la cara del se lo merecía, con los puños cerrados espetando, ya se apañarán.
Agonizante nuestra mesura colectiva, se desprenden cómo laminas de metal cortante en los granos de la individual intención.
Unos por otros, la casa sin barrer y llena de escombros. De los cuales a muchos les gusta llamar, chusma indigente.
Despavoridos, aturdidos y reunidos en manadas exacerbadas, con trotar galopante.
Cada uno a su cosa, cada uno para su cosa.
Irremediablemente, unidos por la encrucijada del desconocimiento. Absortos en nuestras mezquindades. Recorremos los entresijos de lo humano, haciéndonos eco de la postura más irreverente posible. La POLÍTICA.
Llegado al punto de definición dudosa. Tan solo puedo más que expresar mi desgracia intelectual. Mí complejo social. El alejamiento de la manada que brama en las grandezas de la mentira, me lleva a exprimir mis entrañas, para revelarme desde la inmovilidad física. Desgastados los huesos por el ajetreo. Decepcionado por los esfuerzos, que acomplejan y estructuran una caída evidente, llevada con la mayor de la dignidades posibles, pues ya se sabe, déjales, ya llegará tú hora
Se apodera de mí la más febril de las intoxicaciones. Las tribus que seleccionan sus miembros, dependiendo de su torpeza cerebral. Apoyados por la intransigente sumisión.
Afean mí decencia, enturbian mi paciencia, desmejora la apreciación y respeto hacia el ser humano y su condición más razonable.
Todo sea por poner la mano.
En la caridad, reside la humildad tanto del que ofrece cómo del que reclama un aliento, apostillando las necesidades en los brazos de aquellos que puedan aliviar sus males, ya sean de aquí o de eso que llaman espirituales.
Es el orgullo, el enemigo más directo. Se reúne en comuna sectaria para aunar sus impulsos, donde la quimera del cambio, les lleve a la última frontera, todo vale, todo por nuestra hortera bandera, la suya, la mía, la del otro y la del más allá.
Que simpleza de condena, cuando el pan y el agua, en la cárcel es olla placentera.
Cambio mal entendido, cambio cual solidaridad, despreciado.
Del hambre se nutre la ignorancia, de amor al partido la arrogancia.
El descabello es tan brutal, que una vez entras, no saldrás jamás.
Cambio por imposición. Nos olvidamos de la precaución de la falta de educación.
Administrando el poder del enjuiciamiento, declarando que ellos son la única solución.
Se realzan en sus cielos, adorados por la aureola de la divinidad. Todo por la proclama popular, que más que pueblo, rebaño o especie en extinción. Somos los cuajos de la involución. Armados de grandeza imperial, el estado policial advierte y contamina.
Todo por preservar, mantener y conservar un estatus meridiano.
En vertical ascensión al absurdo, en horizontal marginación mental.
“La pradera del proscrito, el mar del anarquista, la paz del altruista. Cueva de espeso amor, alejado del especulador emocional. Arrinconado en el sopor. Duerme la esperanza en el callejón.”
Es el Dios de la nada, el que refleja sus poderes, convencidos de la desgracia. Reniegan de la palabra, haciendo acopio de tolerancia y respeto.
Agáchate tú, sí no quieres, yo te la meto.
El trabajo provoca cansancio, la estabilidad ansiedad, el aburrimiento genera riquezas y la complacencia biodiversidad. Es la jungla la que nos embiste, con sus razonamientos espontáneos. Es la ley de la selva la que nos marca los parámetros.
La que nos indica, hasta que punto estamos vacíos de vida pía.
Nos sobra envidia, nos satura la incapacidad. Algo que para nada está reñido con la desigualdad. La misma que nos hace limpios, que nos lleva por separado, hacia la libertad. Pero esto para que Total=Da.
En el club de los hundidos. Se hallan los tesoros del destino inmediato. La verdad abandono hace rato. Domina la indulgencia, el odio y la poca presencia.
Que tolerante, humilla, margina, hace y deshace, al antojo del cambio, siempre en movimiento, nunca estable, sostenible por tiempos, aunque de ello haya que soplar a favor de los vientos.
Pesado y tedioso es el camino, dejas la huella con el paso. Sin darnos cuenta que cada zancada, señala nuestro ocaso.
En la ignominia del bicho, se arropan los males de la buena ventura.
La vida no es nada sin algo de locura. No es nada sin amargura. La que no necesita nadie es tener en oferta según coyuntura. Tampoco exprimir su venta, por el bien del cambio, ese que no entiende nadie.
No hay Dios sin dueño, no hay Dios que se apiade en vano. No habrá Dios que te hable a ti, sí tan solo exiges en condicional y no extrapoles al resto de la humanidad.
NO hay imposición, no hay dirección fijada. Es el camino el que otorga y deja el rastro de la pisada. Borrada por el paso de la manada, eso sí desde el control domesticada.
De las extremidades más obscenas, se derraman las maniobras terrenales, se gestionan las guías espirituales de la cósmica conjunción interplanetaria, llegada para ser sanitaria.
Cómo señor, merecemos esto, cómo señor que te hemos hecho.
En las enredaderas de los bosques del opaco mundo terrenal de las Iberias. Encontramos en su escasa fauna, animales paralelos, para lelos y para lelas.
Mientras las hormiguitas siguen cobijando sueños y esperanzas, las ardillas se preparan para el invierno. La zorra astuta ella, sigue al acecho, ya tendrá tiempo de saquear, pero primero debe mantener el bosque en calma, que no se note su presencia, ella debe esperar.
En las tardes otoñales, los animalitos del bosque retozan en la claridad que se deja entrever de entre las ramas. La luz del tenue sol que los alumbra, reconforta y deja sensaciones de vida, sustancialmente aceptables.
No vino nadie a promulgarles otra enmienda, que no fuese proteger la merienda.
Los animalitos, tienen establecidas sus tareas, es la rutina que los mantiene indiferentes ante todo mal, ante todo peligro acechante.
Todo sea por seguir adelante.
Yo no soy más que un sillón caminante, que navega errante, en unos centímetros de suelo, y aún así, tomo vuelo.
Salud y paz…ciencia.