25 de diciembre de 2013

L4 ✞ Despacho al gusto de mí…Independencia.

  R - Renacer -



La vuelta de Cristo


A Emilio Ruiz del Arbol

Mi querido amigo: Voy á comentar algunos párrafos de la hermosa carta que usted me ha escrito; que siempre fué honroso contener con hombres de su talento, su sinceridad y su cultura.

Me dice en su carta:

“Usted sabe bien la simpatía que siempre me ha inspirado su campaña anticlerical. Esto no quiere decir que yo aplauda que á veces se muestre usted, además de anticlerical, antirreligioso, en el sentido de hablar despectivamente de Dios en general y de Cristo en particular.
¿Se conoce usted bien, amigo Nakens? Yo creo que no. ¿Ha pensado usted que si ese Jesús, de quién usted parece que se burla de cuando en cuando, resucitara, fuese á Madrid y le dijera: “Pepe, deja la pluma y sígueme”, adiós el Motín, adiós la república y adiós todo lo que no fuese predicar y aun practicar la doctrina de Cristo?

Yo á veces, me entretengo en suponer que Jesús vuelve al mundo, y trato de imaginarme dónde, entre qué gente buscaría los apóstoles, y, sobre todo, dónde encontraría quién le siguiera; y así como hay quien se ha entretenido en hacer una lista de los 100 hombres más notables de la historia, yo he querido hacer otra de doce, que serían los de los doce sujetos que se irían tras de Jesús.
Pues bien, no quiero ofender a nadie, ni ensalzar ni halagar á usted, ni ofenderle tampoco; pero hasta ahora, en esa lista sólo hay un nombre: José Nakens. Y no le dé usted vueltas, amigo apóstol, porque hay cosas en uno de las que los demás saben y pueden saber más y mejor que uno mismo; y yo sé de usted eso que digo.

Hablando de Jesucristo, ríase, amigo Nakens, de aquello qu enos decía una vez un cura, de que todo lo bueno ó lo mejor de la doctrina de Cristo ya lo habia dicho Zoroastro. Ríase de eso. Antes que Colón había otro navegante descubierto el mundo de Makinley, antes de Newton había sospechado ó descubierto Kepler la gravitación universal, antes de Copérnico sabía Pitágoras que la tierra giraba alrededor del sol y de Chamberlain, pero siempre será Colón el descubridor de América, Newton el de la ley fundamental del mundo físico, Copérnico el del sistema que no justicia lleva su nombre, etcétera, etc. Porque aquí, amigo Nakens, aquí, allí y en todas partes. Á quien hay que dar las gracias por las gallinas es al que las trae, no al que las sueña, las imagina ó las anuncia. Y el que trajo las gallinas de la paz, de la mansedumbre, de la misericordia, de la caridad, etcétera, etc., todas esas gallinas que, espantadas de los mismos á cuyo particular cuidado estaban puestas, se han desperdigado y escondido Dios sabe dónde, fué, sin duda alguna, Jesucristo.”

Si otro que usted, amigo Emilio, me hablara de ese modo, lo tomaría por broma entre delicada y sangrienta. Viniendo de usted, y sabiendo que realmente siente y cree de mí todo eso que dice, me halaga sobremanera. Sí, querido amigo. Supongamos que Cristo es realmente el hijo de Dios, que estuvo en la tierra hace veinte siglos, y que se da ahora otra vueltecita por aquí, con las mismas ideas, iguales propósitos é idénticos fines que antes se trajo.
Supongamos también que me encuentra y me dice: “¡Eh, Pepito; deja de echar redes en los mares de la república, abandona tu barco el Motín y ven en pos de mí, que te haré pescador de hombres!”
Y supongamos, últimamente, que yo no me atrevo, por respeto ó cortedad, á contestarle: “¡Ay maestro ¿Dónde pescar hombres, si ya no los hay?”, y que lo dejo todo y me voy con él.
Los primeros días, claro está, no iba á hacerle objeciones de ningún género; mas conforme él me fuera dando confianza, ó yo tomándomela, me iría atreviendo.

Le oiría decir, por ejemplo:
“Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad”
Maestro, le objetaría; piensa en lo que dices. Podrán los mansos ocupar puesto preferente en el cielo, ¿mas poseer ni un celemín de tierra en la tierra? Lo dudo. La propiedad fué siempre de los fuertes, de los poco escrupulosos, de los que toman la mansedumbre por debilidad y despojan brutalmente á los adornados con esa virtud negativa.

“No resistáis al mal; antes á cualquiera que te hiriere en tu mejilla diestra, vuélvele también la otras.”
Aconseja, por el contrario, Maestro, que el hombre se alce enérgico y valiente contra el mal, mira que si no va á seguir la humanidad convertida en un inmenso rebaño de borregos destinados á los festines de los lobos. La resignación de la víctima no detiene al verdugo, antes la excita á apretar el tornillo más á conciencia.

“Y al que quisiere ponerte pleito, y tomarte tu ropa, déjale también la capa”.
Maestro, no exageres. Siguiendo ese consejo, únicamente los malos continuarían vestidos; aparte de que algo d e eso que apuntas ocurre ya: individuo hay que al ponerle pleito sobre la ropa, deja también la capa, para salvar siquiera la piel de las garras de los escribas, que no han variado gran cosa desde los tiempos que tú los conociste.

“Amad á vuestros enemigos, bendecid á los que os maldicen, haced bien á los que os aborrecen y orad por los que os ultrajan y os persiguen.”
Muy bien, Maestro; mas no olvides que el hombre, fabricado de barro, jamás alcanzará perfección semejante. Ese precepto, si por acaso fuere cumplido, acabaría de ensoberbecer á los que maldicen, á los que aborrecen, á los que ultrajan, á los que persiguen, y no le quedaría al manso, al bueno, recurso alguno para librarse de sus iras.
Piensalo mejor, y acaso sustituyas ese precepto con el de usar prudente y oportunamente el revólver.

“Mas cuando tú haces limosna no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha.”
Cuando estemos despacio disertaremos, Maestro, sobre el tema de que la limosna degrada y envilece al que la recibe, y despierta en el que la otorga ideas de superioridad que no se compadecen con la humildad que tanto recomiendas. Ahora sólo te indicaré, que nadie haría limosnas si no viera así halagada su vanidad, ó no gozase en la humillación del prójimo, ó no soñara con que se las cotizarán á precio fabuloso en el cielo.

“No os acongojéis, por qué habéis de comer, ó qué habéis de beber, ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir, ¿no es la vida más que el alimento, y el cuerpo que el vestido?
Con seguridad, Maestro, que no hablarás así, si supieras lo que cuesta hoy al pobre agenciarse un poco de pan para no morirse de pronto, y unos trapos con que tapar sus carnes. Pensando constantemente en ello, pocas veces lo logra á tiempo y en la cantidad necesaria; ¿Qué no le ocurriría si no se preocupase? Ese tu consejo es enervante, y acabaría con las viriles iniciativas que han ido poco á poco convirtiendo la tierra en planeta relativamente habitable... á ratos... y en ciertos sitios nada más.

“Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni allegan en afolfes y vuestro padre celestial las mantiene; ¿no sois vosotros mucho mejores que ellas?”
Maestro, te advertiré que las aves no necesitan hacer nada de eso; lo hace el hombre y ellas se aprovechan. Pero aun admitiendo que efectivamente las mantuviera es padre celestial, asegúrote, por saberlo de ciencia propia, que no se toma esos cuidados con el hombre. Por esto me parecía más acertado que le dijeras: “Espéralo todo de ti mismo y busca en tu propio esfuerzo la satisfacción de tus necesidades.”

“Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá.”
Eso que dices, Maestro, es nueva prueba de que vienes del cielo é ignoras cómo se pajean hoy aquí estas cosas. Al que pide, aun cuando sea á los que dejaste aquí representándote la vez primera que estuviste, le echa el guante la policía, y lo lleva la Guardia Civil, por tránsitos, que para mayor escarnio llamad de justicia, al pueblo de su naturaleza, donde ya puede morirse de hambre seguro de que nadie se, ocupará de él. Nada encuentra el que busca, pues aun madrugando mucho, tropieza con otro que no se acostó. Y en cuanto á lo de abrir al que llama, no hablemos; las puertas de los que se jactan de practicar tu doctrina están más cerradas aún que sus corazones.

“Mas os digo, que más liviano trabajo es pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios.”
Maestro, esto me indica que no te entiendes hace muchos siglos ni cn el sucesor de Pedro, ni con sus súbditos, y que ni te enteras de lo que pasa en el cielo. De no ser así, sabrías que los ricos son los únicos que entran en él, porque acaparan gracias espirituales en vida, y son bendecidos y perdonados en muerte. Verdad es que ellos son los únicos también que pueden enriquecer á tus ministros, cada día más ávidos de riquezas.

“No hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompe, y donde ladrones minan y hurtan.”
Este precepto no admite dudas, ni se presta á interpretaciones. Pues bien, Maestro. El Papa, los cardenales, los obispos, los frailes, los jesuítas, los sacerdotes, las monjas, las hermanas, cuantos representan algo en tu Iglesia, todos atesoran, y de manera escandalosa muchos, y sin reparar en medios algunos. ¿Quieres más desobediencia en ellos, mayor fracaso para ti, ni prueba más cierta de que la humanidad no practica tus enseñanzas? Si los encargados de mantener y esparcir tu doctrina faltan á un precepto tan claro, ¿Qué no harán con los obscuros? ¿Y cómo no ha de imitarlos el rebaño que los toma por guías y por pastores?
Y no quiero que me creas por mi palabra; allá va un dato:
El Papa, tu vicario, el siervo de tus siervos, el que te representa, el que dispone de las llaves del cielo donde tan difícil crees la entrada de los ricos, tiene de renta cada hora del día, de la noche ¡XXXXX! Esto sin contar lo que diariamente le envían las legiones de frailes, jesuítas y obispos esparcidos por el planeta, después de quedarse ellos con las tres cuartas partes de lo que recaudan. ¡ Y en tanto los pobres ovejas de tu rebaño muriéndose á manadas de hambre y de frío en medio de la indiferencia de los cielos y de las durezas de la tierra!
Esto te convencerá, Maestro, de que los más cercanos á ti no han tomado en serio lo de las aves alimentadas por el padre celestial. Y así anda todo en tu Iglesia.

Si reprodujese la parábola de la viña, señalando un denario lo mismo al que comenzare aá trabajar por la mañana, que al que fuese á la hora tercia, ó la sexta, ó la nona, yo le diría:
Maestro; eso, aun procediendo ajuste con cada uno, no es equitativo. Y ten por cierto que, de establecerse, todos los trabajadores acudirían al tajo á la hora nona, y la viña se quedaría sin cavar. Podrán los últimos ser los primeros en tu reino; en la tierra los primeros no deben ser los últimos. El que más hace, más merece; y el que más merece, justo es que alcance más.
Si le viese inclinado á hacer algún milagro le diría:
NO hagas más que uno, Maestro; el de la multiplicación de los panes y los peces, para que todos vean que no vienes únicamente á tratar de cosas del cielo. Déjanos luego la receta, para que podamos reproducirlo diariamente, y ten la seguridad de que sólo con esto cambiaría todo en la tierra, por más que tú hables siempre con cierto desdén de los detalles relacionados con las necesidades materiales.
Y te indico que no hagas otros milagros, por si te rechazan alguno. Tú no sabes lo que por aquí se ha adelantado en el tiempo que has permanecido tranquilamente en el cielo. Un ejemplo:
El diablo, para tentarte después del ayuno aquel de cuarenta días, te propuso convertir las piedras en pan, y tú saliste del paso con una frase ingeniosa.

Pues bien; aquello que el diablo consideraba imposible, y por eso te lo propuso, y que tú encontraste imposible también, y por eso no lo hiciste, lo ha realizado la ciencia convirtiendo las piedras en abonos que triplican la producción del trigo, de donde sale el pan. Calcula, por lo tanto, si no hay que andarse con tiento para hacer ahora milagros en un mundo que ha realizado el que ni á intentar te atreviste por no conceder un triunfo á Satanás.
Al verle liado á latigazos con los mercaderes en el atrio del templo, le diría sollozando y con las manos juntas:
¡No Maestro, no! Por lo que más quieras allá arriba, déjalos que trafiquen y roben en el atrio. ¿No adviertes que si no se meterán dentro como la otra vez, y no podrá sacarlos nadie? Y si no podemos vivir con los que ya hay ¿Qué va á ser de nosotros si entran más?

Y si ya en la cruz (ahora moriría en garrote) hubiera sospechado que iba á perdonar á un ladrón, le hubiera gritado:
¡No, nunca! Desde el perdón de Dimas se han producido los ladrones más que la langosta. Seguros de ir al cielo arrepintiéndose al morir, roban con un celo terrible, lo mismo fuera que en el templo. Y aun cuando ya sé yo que igualmente robarán teniendo el infierno á la vista, no conviene que los alientes tú..

Y si un día, de regreso de una nueva boda de Canaán, un poquito alegre, mi lengua se desatara, he aquí lo que le espetaría á Cristo:
“Tú eres muy bueno, muy santo y muy simpático, Maestro; pero reventaste á la humanidad en tu viaje anterior, paralizando el movimiento de protesta que ya había iniciado el mundo antiguo.
Nada de lo que predicaste, ni aun lo más hacedero, ha logrado arraigar en el pecho de los que mantienen ó siguen tu doctrina. En cambio, muchos de los males que existían se han agravado.
Predicaste la paz entre los hombres, y la sangre derramada para que triunfase tu doctrina podría sustituir al agua del Océano. En tu nombre se ha desterrado, encarcelado, martirizado y quemado á la humanidad. Por ti se han incendiado ciudades, han desaparecido naciones, se han exterminado razas. Los dioses más crueles de las religiones primitivas no recibieron nunca en sus altares tantas ofrendas sangrientas.
Además, caiste en grandes contradicciones. Predicaste el amor, y á la vez negaste condiciones para seguirte al que no abandonará á su padre y á su madre. Preceptuaste el perdón de las injurias, y condenaste al fuego eterno al que faltara á tu ley. Te compadeciste de los pobres y de los débiles, pero les cerraste el único camino que tienen abierto para salir de su miserable condición: el de la protesta. Al ofrecerles el cielo como premio á sus angustias, los convertiste en esclavos sumisos de los malvados.

Las ambigüedades que resultan de hablar unas veces en sentido recto y otras en figurado, refiriéndote, ya á la tierra, ya al cielo, han servido admirablemente á tus ministros para embrollarlo todo en beneficio de sus intereses ó de su afán de dominación, hasta el punto de que nadie puede formarse ya idea de las cosas más sencillas que dijiste. De tal manera anda mezclada la cizaña con la buena simiente, que, siendo imposible separarlas ya, necesario es quemarlas juntas en el horno.
Y como te debo toda la verdad, por ser quien eres, óyeme aún, Maestro.
No es la culpa toda de los que han falseado y mixtificado tu doctrina en beneficio propio; alguna te alcanza á ti.

Tu religión detiene, no impulsa; aniquila, no fortalece. Es obscura, tétrica, y el hombre necesita para ser feliz, requisito indispensable para ser bueno, luz, mucha luz, y alegría, mucha alegría.

Para seguirte hay que odiar todo lo que tú no seas, castrarse el sexo y la inteligencia, renunciar á la razón, abjurar de cuanto alegra la carne y el espíritu, dejar de ser hombre, en fin.

Tu religión ha sido un fuerte dique puesto, no á las pasiones humanas, sí al ansia de justicia sentida por las multitudes. Ella las ha detenido constantemente.
Viniste para levantar a los caídos, y no se han incorporado; para ensalzar á los humildes, y están abatidos; para dignificar la pobreza, y se e despreciada.

Tu fracaso no ha podido ser más completo. Cuanto quisiste destruir está en pie, y cuanto edificaste por tierra. A puro mirar arriba, el hombre no acierta á asentar todavía con firmeza su planta aquí abajo.
En la tierra de hoy, á los veinte siglos de tu primera venida, ni amor, ni paz, ni caridad, ni mansedumbre, ni misericordia, y tampoco llega el pan del cuerpo ni el de la inteligencia á cuantos en ti creen y en ti esperan. Y esto, ó significa que nada de eso puede existir sino en porción exigua, por ser el hombre como es, ó que tú no acertaste con la fórmula. Y en cualquiera de ambos casos tu viaje de ahora resultará inútil, á menos que varíes de fórmula en absoluto y de doctrina en gran parte.

Por eso se separan de ti los que han hambre y sed de justicia, después de esperar en vano durante dos mil años á que tu doctrina hiciese humildes á los soberbios, pacientes á los iracundos, caritativos á los avariciosos, buenos á los malos, y viendo que, por el contrario, las desigualdades sociales se acentúan cada día, las injusticias prevalecen y el pan no llega. Cansados de lanzar gemidos interminables de angustia y palabras de súplica, comienzan á hacer oir murmullos de amenaza que van convirtiéndose poco á poco en gritos terribles. Y por esto, Maestro, tu vuelta al mundo para nada servirá, si no te traes otras soluciones que las basadas en la caridad y en futuros premios celestiales. Y por eso yo, á quien te has dignado llamar, me creería indigno de la honra recibida, si no te advirtiera el error en que nuevamente incurres, y no te rogase de rodillas que desistieras de ofrecerte de nuevo en holocausto por ideas que nada resolverían, aun cuando el mundo las practicase ahora completamente. Veinte siglos de miserias, de dolores, de sangre, de exterminio las han desacreditado para siempre. Y por si algo faltaba, entérate de cómo acaban de portarse en China los soldados de todas las naciones que te rinden culto, y dime luego si es posible ni soñar con la redención humana por el cristianismo.
Esta es, si no la verdad por entero, una parte de ella, que te hará formar juicio exacto sobre lo restante.
Aun cuando te lo digan, Maestro, no creas que nunca me he burlado de ti; me has infundido siempre el respeto que merecen los grandes equivocados, y más si pagaron su equivocación con la vida; mas no he podido en ocasiones sustraerme al deseo de contradecir puntos de tu doctrina. Me dirás que en muchos casos ha sido mal interpretada. Cierto es. Mas á tu vez concédeme que ya la interpretación suple á la letra y mata el espíritu, y que sólo barriendo de la haz de la tierra á los que la han adulterado, podría fijarse su verdadero sentido. Mas como éste se halla en pugna también con las ideas de redención social predominates hoy, nada ó muy poco se adelantaría.

Hoy luchamos en la Tierra por otros ideales que los del cielo; porque disfruten todos los hombres lso beneficios de la civilización; por redimir sus cuerpos de la esclavitud de la miseria; por llevar á sus cerebros la luz de la ciencia, santo archivo de verdades demostradas. Luchamos también porque el trabajo, que tu padre impuso como castigo y tú no glorificaste, sea el único redentor; porque el mundo, de valle de lágrimas que es, se convierta en vergel de alegrías.
A esto se dirigen los esfuerzos de los grandes luchadores. ¿Quieres tú formar el primero en sus filas? Tus condiciones de apóstol te indican para ese puesto.

Una cosa he de advertirte: que la predicación durará, no tres años, sino muchos; que la pasión no será de una semana, sino de toda la vida; que en vez de abofetearte, te deshonrarán, y de azotarte, te matarán de hambre; que serás sentenciado sin que un nuevo Pilatos se lave las manos siquiera; que no tendrás en tu ascensión al Calvario otro Cirineo que tu conciencia; ni una Verónica que enjugue el sudor de tu rostro, que el pueblo por quien te sacrificas verá indiferente tu suplicio, y que tu agonía será coreada por las risas brutales de muchos de aquellos por quienes te inmoles.

¿Quieres, repito, después de saber esto, ponerte á la cabeza de los que luchan? Pues adelante. Si la fatiga es grande, la obra es colosal; mas, en cambio, no hay gloria eterna en perspectiva que pueda hacer dudar del desinterés completo con que irás al sacrificio.

Pero si no quieres, si persistes en la idea de buscar la redención del hombre aquí abajo por los medios que la otra vez, fijate bien, Maestro, en esto que voy á decirte con todo el respeto que tu buena intención merece: Vuélvete al cielo, aun cuando dejes incumplida tu misión esta vez. Tu padre te disculpará al sabey quemando en el de tu padre; tu doctrina sirviendo de pabellón á mercancías morales averiadas, y tus máximas humanitarias volviéndose contra los que viniste á redimir hace veinte siglos, para esto, Maestro sublime, ahórranos el espectáculo de tu pasión y de tu muerte y déjanos seguir por el camino ya emprendido: el que conduce al reino de la paz que tu religión no ha podido darnos, y en el que la palabra mansedumbre se verá sustituida por la de energía, la de resignación por la de protesta, la de caridad por la de justicia, y mejor aún por la equidad.

Así hablaría yo á Cristo.
Y dígame usted ahora, querido Ruiz del Arbol, que me pone el primero en lista para seguirle:
¿Cree que estaríamos juntos siquiera una semana, por mucha que fuera su paciencia, su tolerancia y su bondad conmigo, si yo le hablara de esa ó parecida manera?
Antójaseme que no.



El Motín 1901
Revista semanal satírica



Anotaciones al texto, para libremente enjuiciar con el silencio más valorado, el despacho al gusto de mí…Independencia:



Lo que ayer señalabas con maldad, hoy te absorbe con vulgaridad... Cada uno tiene lo que se merece o, cree merecer...
Y es de Dios la justicia y la libertad de Cristo resucitado, el poder.

!Feliz navidad!
 Criaturas de Dios.

Antojéseme que sí, pues ni volverá, ni se irá, siempre estuvo aquí y con el sufrimiento, en la alegría con su miseria y su desgracia, por y para ti.

¿Diooooooooooos, por qué me has abandonado?

Sigue aquí... aunque no creas.

¡ABBA!

“Sonríe, pues ya tendrás tiempo de llorar”
;)


Busca lo que amas, y deja que te mate.”
Charles Bukowski.

Salud y paz…ciencia
Mis desgracias


¡AMOR!

Vivir para todos

A mi mismo

Estoy envanecido y contento de que mi vida termine como empezó: Creyendo en la patria, en el amor, en la abnegación, en el sacrificio, en cuanto levanta los pies del polvo, eleva el espíritu, ensancha el corazón, y pone do de haber trabajado constantemente por los desheredados, los que sufren, los que han hambre y sed de justicia, y haber combatido la iniquidad en todas sus manifestaciones.
El día que muera, no sentiré remordimientos por haberme ocupado mucho de mí.


El Motín 1903
Revista semanal satírica

El día que descubras después de huir, de unir y explorar  el horizonte que hay más allá y después de ti, contemplarás que hay algo más. 

¡Bienvenido!

¡Gloria a Dios!





 

Nota desconcertante
Podría escribir mejor y con mayor entrega en cuanto al tiempo y su enjuiciamiento, pero entiendo que tan sólo a mi debe importarle esto, por lo que así está, maravilloso...